LA convocatoria por Felipe VI de una nueva ronda de contactos con los líderes de los grupos parlamentarios en el Congreso los próximos días 25 y 26 de abril agota los plazos para evitar una repetición de elecciones y emplaza por última vez a los cuatro principales partidos de ámbito estatal a cerrar acuerdos que sumen apoyos suficientes para una investidura. De hecho, no hay margen más allá de esa ronda para convocar un pleno que pudiera evitar la repetición de la cita con las urnas el próximo 26 de junio. Sin embargo, todo apunta a que el proceso se dilata, se ha dilatado, hasta su máxima extensión sin necesidad. Las posiciones de los cuatro partidos que podrían invertir la actual situación se mantienen encontradas, como si todos ellos vieran en la repetición electoral una posibilidad de mejorar posiciones y mientras el PSOE de Pedro Sánchez se empeña en plantear su acuerdo con Ciudadanos a Podemos, estos últimos reniegan de la inclusión de los de Rivera, que a su vez solo desean un pacto con el PP pero sin Rajoy, cuando este no está por la labor de apartarse y, por el contrario, ofrece compartir gobierno a Sánchez, algo de lo que el PSOE ha venido renegando desde el momento mismo de las elecciones del 20-D. Un jeroglífico de intereses en el que nada ha cambiado casi cuatro meses después y el proceso de investidura, que se inició con el encargo de formar gobierno rechazado por Rajoy ante su falta de apoyos y siguió con el mismo encargo aceptado por Sánchez, se ha revelado tras el insuficiente acuerdo de este con Rivera, tan largo como inútil también en el complicado ejercicio de cargar las responsabilidades -verdadera labor a la que se han dedicado en cuerpo y alma los cuatro partidos- de unas nuevas elecciones a los respectivos rivales en una nada encubierta nueva pre-campaña. Y dado que el PSOE rechaza deshacer el único acuerdo suscrito en todo este tiempo, el alcanzado con C’s, para admitir la única opción que daría a Sánchez la presidencia del gobierno -el acuerdo con Podemos, IU las agrupaciones de izquierda y los nacionalistas-, todo parece indicar que no sucederá como en Catalunya, donde se produjo un pacto de última hora, y unos y otros fiarán a un electorado cansado y hasta desairado la opción, en todo caso también improbable, de alterar la relación de fuerzas.