AUNQUE el resultado final entraba en todos los pronósticos como el desenlace más plausible, el constatado fracaso del intento del líder del PSOE, Pedro Sánchez, por alcanzar un acuerdo a tres con Podemos y Ciudadanos para su investidura como presidente del Gobierno español ha vuelto a generar cierto grado de frustración y ha puesto en evidencia, en conjunción con otras posibles iniciativas, la incapacidad de las fuerzas políticas españolas para alcanzar un mínimo acuerdo. Frustración que no deriva precisamente de la posible fórmula que se intentaba explorar -la famosa vía a tres-, sino de la enésima demostración por parte de los partidos -los de la vieja y los de la nueva política- de que no están dispuestos a renunciar a sus propios intereses para facilitar un pacto que todos consideran, al menos en teoría, positivo e incluso necesario para evitar una nueva convocatoria electoral. La digestión de este nuevo fiasco está siendo, asimismo, desasosegante. Con una preocupante falta de madurez, cada una de las formaciones, enrocadas en sus proclamas, se limitan a arrojarse mutuamente las culpas del fracaso y parecen asumir la nueva cita con las urnas. Es más, da la impresión de que la campaña para estos comicios de junio ha arrancado ya hace días y que incluso las escenificaciones previas a la ruptura formal de negociaciones y las reacciones posteriores no están siendo sino la fijación de posiciones de cara a la carrera en busca de votos. En este contexto ya preelectoral hay que situar el resurgimiento de Mariano Rajoy reivindicando, una vez más, las bondades de la gran coalición y la nueva consigna del PP -inaugurada ayer por Javier Arenas y Andrea Levy- de exigir la retirada de Pedro Sánchez para dar paso a “otro socialista que intentara un acuerdo” con populares y Ciudadanos. Por su parte, el PSOE, consciente quizá de que es quien más tiene que perder, lanzó ayer un nuevo guiño a Podemos al asegurar que en el 70% de los puntos de la última propuesta presentada por Pablo Iglesias podría haber “margen” para el entendimiento. El problema es que los socialistas tampoco renuncian a su acuerdo con Ciudadanos -incompatible con ese documento- y que los desacuerdos son nada menos que el derecho a decidir y la composición del gobierno. Quedan solo ya quince días, tiempo en el que los partidos deben olvidar las representaciones para la galería y la propaganda y priorizar el acuerdo.