EN mis últimas reflexiones me hacía una serie de preguntas que lamentablemente siguen sin responderse. ¿Nos estarán tomando el pelo? ¿Puede acabar todo este proceso en una traición histórica? ¿Pedro Sánchez parece tonto o se pasa de listo? Sánchez, hoy en primera votación y el próximo viernes 4 en segunda, va a tener que demostrar que su decisión de tirarse a la piscina en el proceso de investidura ha sido porque ya la veía llena, lo que evitará un incidente grave que ponga en riesgo su integridad política.
Estos días debe ir con los deberes hechos y cuadrar los números porque, de lo contrario, su paso habrá sido de muy corto recorrido, además de haber puesto en riesgo el futuro del PSOE y quizás de la izquierda en general.
Tiene dos opciones para evitarlo: Una, presentarse sólo con los votos de Ciudadanos después de su pacto y lograr la abstención del PP, o sea, con la aquiescencia de la derecha y por tanto rehén de ella los próximos años, lo que supondría una traición a su base social, vender su primogenitura por un plato de lentejas. Dos, haber hecho un esfuerzo de imaginación, audacia y generosidad y acudir también con los votos de Podemos, IU y el apoyo de PNV.
La primera es la opción por la que apuestan los poderes fácticos, el Ibex 35, Bruselas e incluso la Casa Real, una opción que si se consolida supondría una tomadura de pelo y por lo tanto terminar en esa traición indigna a su clase al tener apalabrada la abstención en segunda votación del partido más corrupto de nuestra historia, el que ha destrozado el estado del bienestar que tanto nos costó construir a los socialistas.
La segunda parece absolutamente inviable, ya que no se puede exigir a Podemos, a pesar de haberse comportado como nuevos ricos de votos y niños malcriados, que se rindan incondicionalmente; tampoco a IU. La firma de ese pacto con C’s parece que, salvo milagro de última hora, invalida cualquier acuerdo por la izquierda. Quizás esta operación de anteponer 130 votos y depender de otros a 167 y no tener que hacerlo pueda ser el mayor fiasco de la historia de este país o una ignominia absolutamente vomitiva.
De no existir nada oscuro en ese movimiento táctico, nos condenaría a unas nuevas elecciones de resultado incierto, aunque todos los sondeos recientes indican que la izquierda pierde y que en esas elecciones tendrá menos fuerza que ahora. Lógico si se tiene en cuenta que su electorado verá frustrada su ilusión por un cambio de izquierdas desde esa zona ideológica. Y se castigará, quizás duramente, a los causantes de esa frustración: a partes iguales , Podemos y PSOE.
Condenar a su base social a cuatro años más de gobierno del PP supondrá la mayor frustración para una gente que, después de sufrir lo indecible, veía en su negro panorama un rayo de luz que con esta situación se apaga definitivamente. Hoy y el viernes, por tanto, son los días de la verdad y quizás los que marcarán el devenir de la izquierda. Ojalá salga indemne de ella.
Pero no solo existen estas dudas. También hay alguna certeza. En el camino es probable que Pedro Sánchez y sus palmeros hayan traspasado varias líneas rojas, o al menos contravenido comportamientos propios del socialismo como la honestidad y la coherencia. Dos hechos que hacen referencia a estas infracciones resaltan en los últimos días. Una situación patética, en la que incluso demostró un desprecio absoluto hacia la sociedad española en general y su base social en particular cuando, sin ningún pudor y después de que unos minutos antes Albert Rivera asegurara que ni se derogaba la ley mordaza ni la injusta Reforma Laboral del PP, él afirmara todo lo contrario. Que los documentos colgados en la página del PSOE y Ciudadanos sean diferentes da para algunas interpretaciones, ninguna agradable.
¿Quién tenía razón? Pues, a la vista del texto final del acuerdo publicado en la prensa, parece evidente que Rivera. Y eso que en este juego de despropósitos este aseguraba que recogía un 90 % de su programa, una parte absortamente asumible por el PP (con lo que debe coincidir cualquier ciudadano que lo analice con un mínimo de objetividad); mientras el PP aseguraba justo lo contrario, que “no podía apoyar un gobierno que intentaba derogar sus leyes. Una tomadura total de pelo en esa nueva política que piensa -y quizás acierte- que la ciudadanía es absolutamente tonta, que no se entera de nada.
El segundo elemento que produce indignación es la pregunta que ha sido votada por la militancia del PSOE. Habrá que recordar que en la consulta de Catalunya se acusó a CiU de plantear una pregunta trampa, justo lo mismo que ha hecho Pedro Sánchez en esta ocasión. Plantear que se votara Sí o No a un planteamiento tan ambiguo y vacío produce sonrojo. Y mucho más aún que la militancia haya participado sin rechistar, excepto una exigua minoría que ha alzado su voz denunciándolo. Las principales discrepancias de fondo han venido de Izquierda Socialista, Esquerra Socialista del PSC, incluso de un José Antonio Pérez Tapias que se presentó a las primarias contra Sánchez.
Hay que lamentar que en ningún momento se consultara a la militancia sobre qué tipo de pacto, con quién y con qué condiciones deseaba trabajara el PSOE. La pregunta, como mínimo, estaba hecha con ambigüedad. Preguntar si se apoyaba acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista en estas condiciones era una trampa a la militancia. Solo dependiendo de con quién se pactara y en qué términos en concreto se debía plantear que se podría conformar un gobierno realmente progresista, con reformas que serían de izquierdas. Por este motivo esa izquierda del PSOE planteó a la militancia que se votara No como rechazo a esta pregunta y también al fondo de la cuestión. Con muy poco éxito a la vista del resultado. Aunque debemos ver más allá de ese 79% favorable que solo supone el 40% exiguo de su militancia. No es desde luego para sentirse satisfecho.
Era imposible el triunfo del No en una consulta tan ambigua, con una militancia totalmente desinformada y sorprendida por el giro final de un secretario general que comenzó prometiendo un gobierno de izquierdas desde la izquierda y acaba con uno de centro situando al PSOE en el centro-izquierda. Incluso con un sector de sus voces más conocidas recordando la célebre frase de Alfonso Guerra -“el que se mueve no sale en la foto”- y que si hubiera nuevas elecciones se deben rehacer las listas electorales... o los hipotéticos 15.000 puestos de trabajo que en caso contrario traerá el gobierno.
Solo los sectores más conscientes y activos del socialismo, los pocos que quedan después de las últimas sangrías, han hecho campaña pública por el No, aunque también se les sumaron quienes, especialmente en Andalucía, discrepaban con la desaparición de las diputaciones. Ha resultado vergonzoso el intento de convencer a estos últimos con un mensaje subliminal: los puestos que se pierdan serán recolocados en el nuevo Consejo Municipal. Patético. Pero así está la política en nuestro país.
¿Qué sucederá a partir de ahora? O es una traición ya pactada a la vista de lo fácil que se lo pone el acuerdo y el PP se abstiene permitiendo un gobierno de Pedro Sánchez rehén de la derecha política, financiera, mediática, de Bruselas y de la misma Casa Real... o nuevas elecciones.
En esta hipótesis, con un país que se escandaliza de manera farisea con la corrupción que corroe el PP pero le vota en manada, incluso con la posibilidad de incrementar su fuerza, al igual que a Ciudadanos -este más incluso-; la consecuencia es que la izquierda pierde y suma menos que ahora por el enfado de sus sectores más dinámicos. Para este viaje no se necesitaban alforjas, Pedro Sánchez. Salvo que hayas sacrificado al PSOE y a la izquierda con el solo propósito de consolidar tu liderazgo. Aunque deberías recordar que, al final del camino, Roma no paga a traidores.
Malos tiempos para la lírica, malos tiempos para las gentes de la izquierda real desamparadas y sin referentes políticos.
Decepción seguro, tomadura de pelo quizás, y ¿traición?