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La tasación del gol

LA renovación del contrato de Iñaki Williams se debería dar por hecha, pero aún no se ha cerrado y el tema empieza a convertirse en algo molesto, por manoseado. El Athletic, fiel a su metodología en este tipo de operaciones, actúa y calla, pero desde ayer sabemos algo más sobre lo que está pasando gracias a Valverde, quien remató su impresión de que la cosa “se está prolongando más de la cuenta” con esta afirmación: “El club está haciendo un gran esfuerzo para que Iñaki se quede”. Así que, muy finamente, dejó caer que el jugador se ha podido subir a la parra.

“El gol y el talento en la delantera es muy difícil de trabajar, se tiene o se compra, que es lo que hacen todos los equipos”, añadió el entrenador. Una frase que condensó cuál es la realidad, lo que se ve y lo que queda detrás, de esta historia que protagonizan un chaval que acaba de cumplir su primer año en el equipo y no llega al medio centenar de partidos y una entidad que en la gestión no puede funcionar como sus competidores.

No obstante, por empezar por lo último que apunta Valverde, pues sí, incluso el Athletic durante años y años ha tirado de chequera para procurarse una cuota de gol que le permitiese competir con dignidad: Uralde, Loren, Ziganda, Valverde, Urzaiz, Etxeberria, Ezquerro? Y Aduriz, aunque este episodio es mejor no tratarlo aquí para no mezclar demasiadas cuestiones. Hoy en día, al Athletic de nada le sirve tener la caja repleta de billetes si con ello pretende reforzar su ataque porque el mercado solo ofrece a Agirretxe, de precio desorbitado. Punto.

“Se tiene o se compra”, no existen otras fórmulas para aspirar al gol y resulta que con Williams se cumple la primera premisa, o eso parece. Es prematuro aquilatar su potencial, pero si hoy vistiese una camiseta distinta seguro que el Athletic no dudaría en lanzar su red y pagaría a fin de asegurarse un valor en ciernes, como en su día Arrate abonó a la Real lo que se estimó una cantidad desorbitada por un juvenil que ni había asomado en Primera. Williams no es tan crío, tampoco hay que ir a buscarle, está aquí, y destroza registros de precocidad en su relación con el gol.

No merece la pena extenderse más para justificar que el club realice un esfuerzo por conservar a Williams. Por lo visto, el que ha hecho hasta la fecha es insuficiente a juicio del jugador y es posible que objetivamente esté en lo cierto. La ausencia de acuerdo demuestra que Williams sabe que está en condiciones de pedir. Y para establecer su tarifa no es necesario que esté contando los goles que mete o que atienda los cantos de sirena procedentes de la Premier, si los hubiera, le basta con abrir los ojos y mirar alrededor suyo en la caseta donde se cambia a diario.

Es posible que el Athletic termine pagándole una ficha superior a lo que merece analizado lo que ha ofrecido hasta hoy, incluso que sea algo exagerado calculando lo que va a crecer en adelante; pero si así fuera, el contrato de Williams seguiría la pauta de desproporción general que ya existe en la plantilla, particularmente acusada en la delantera, línea donde el chico se ubica.

Quizás el auténtico problema sea que hay algunos contratos que se firman demasiado alegremente. Es una sensación y una verdad. También una conclusión ventajista, fácil de sostener a toro pasado, una vez comprobado el rendimiento de fulano o zutano. Pero uno tiene la impresión de que en ocasiones el club paga de más por culpa de las presiones que padece, coyunturas revueltas que favorecen renovaciones poco defendibles en sus términos económicos desde criterios estrictamente deportivos. Pasa en cualquier parte y en el Athletic con más motivo, por sus limitaciones para fichar.

Por ilustrarlo con un ejemplo: Llorente no valía lo que pedía, ni lo que le daba Ibaigane, que contra su convicción apuró en exceso la negociación por temor a descapitalizarse deportivamente. A Llorente hay que agradecerle eternamente que no aceptase la oferta “irrechazable” de Urrutia, que doblaba la siguiente ficha, porque así el Athletic evitó introducir el veneno del agravio que hubiese contaminado el vestuario en las demás negociaciones. Y el jugador no era lo imprescindible que se creía. El caso de Iñaki Williams no es comparable.