LA muerte de 22 personas en un hospital de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) en la localidad de Kunduz, en el norte de Afganistán, durante un bombardeo lanzado por Estados Unidos es un hecho de extrema gravedad que, a la espera de la pertinente investigación -cuyo inicio ya ha sido anunciado-, podría encuadrarse dentro de la calificación de crimen de guerra, tal y como avanzó el responsable de derechos humanos de la ONU, Zeid Ra’ad Al Hussein.
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