EL terrorismo machista o sexista, la violencia doméstica o de género, han vuelto a nuestras calles con tal asiduidad y violencia que todos nos preguntamos cómo es posible una barbaridad así. ¿Pero qué está pasando? Nada lo explica, nadie acierta. Esto solo se arregla con educación, dicen algunos. Pero la educación es muchas cosas y es nada. La música, por ejemplo, ha acunado siempre nuestros sentimientos, nuestras ideas. De alguna manera, nos moldea. La música es cultura viva, bebe de la sociedad, a la que después devuelve su creación. El pasado marzo actuó en Bilbao Joan Baez, memoria viva de la canción protesta, contestataria, pacifista -la guerra de Vietnam...-, incluso feminista. No hubo noticias de boicot contra su concierto -como los ha habido hacia otros artistas-, por lo que deduzco que sigue siendo un icono progresista y de defensa de los derechos del pueblo, especialmente de las mujeres. Las crónicas contaban que, entre otras, interpretó El preso número 9, esa canción que narra cómo un hombre está condenado “porque mató a su mujer y a un amigo desleal”. Nótese la sutileza. “Dice así al confesar: los maté, sí señor, y si vuelvo a nacer yo los vuelvo a matar”. Con esa música y distintas letras hemos crecido varias generaciones. Y se sigue interpretando, claro. Hace exactamente cinco meses lo hizo Báez. El ambiente, la atmósfera, hasta la música -como metáfora del mundo que nos rodea y nos educa- puede amansar a las fieras o puede legitimar el “la maté porque era mía” de toda la vida.