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¿Siesta o ‘mindfulness’?

DICE el padre de las criaturas, cuando se queda inconsciente con la boca abierta en el sofá, que no es lo que parece y que no estoy puesta en las últimas tendencias. Que él, en realidad, no está echando la siesta, sino practicando mindfulness o lo que quiera que sea. Le contesto que es un poco raro que estuviera meditando porque se oían sus ronquidos desde el ascensor e insiste en que no entiendo nada. No son ronquidos, niega contrariado, son exhalaciones espirituales que liberan corrientes alternas al compás del latido del corazón de la madre tierra y no sé qué gaitas. Entre ustedes y yo, estaba sobao, se ponga como se ponga. Haría buena pareja con una amiga mía, a la que le ha dado por comer lo mismo que las celebrities de las webs para mujeres chupiguays. El otro día me recibió en su casa con un bol lleno de un líquido verde pistacho con partículas verde oliva flotantes. Pensé que me iba a untar la cara con una nueva mascarilla -porque esta es de las que pestañeas y te planta una rodaja de pepino en el ojo- hasta que me lo sirvió en un vaso y puso la pajita. Menos mal que sonó el móvil y coló que tenía que salir pitando porque el crío se había lavado los pies en la freidora, porque me daba no sé qué hacerle un feo a su batido de geranios. Lo peor es que hasta la niña ha encontrado un argumento para andar todo el día descalza. “Lo llaman libera tus pies, ama. Es lo último en Hollywood”. Y a los fabricantes de zapatillas que les den.

arodriguez@deia.com