Según sentencia judicial, el alcalde de Barcelona es inocente de las acusaciones que se le hicieron relativas a poseer fondos no declarados en el extranjero. Cualquier ciudadano crítico se preguntará indignado: ¿y ahora, qué? ¿Quién remienda el roto que han infligido a este político al que un juez le declara no culpable? Que la verdad resplandecerá y que si es inocente, no pasa nada, que el juez está para eso, para impartir justicia. Porque el proceso mediático al que se le ha sometido no es inocuo, le han aplicado por anticipado la pena de telediario y los efectos de duda sobre su honorabilidad permanecerán para siempre. No es serio argumentar así, puesto que el problema es que el juez se involucra en política a la hora de intentar detener la marea imparable independentista catalana. Algo similar a la querella que ha llevado al fiscal general, Torres Dulce, a tener que dimitir porque el gobierno le ha querido endosar el marrón de sancionar un problema que tiene contenido político y que se ha convertido en el desafío que hace a la ciudadanía catalana el obtuso gobierno que preside Rajoy. Con la querella que han interpuesto contra Mas y con las insidias miserables contra el alcalde de Barcelona, Madrid cree que Catalunya reflexionará y volverá al redil español que tantas ventajas le aporta. Al señor Trias sugerirle que recapacite si le interesa pedir responsabilidades a los que le denunciaron, toda vez que cualquier sentencia que obtenga va a ser motivo de ironías y chacotas por parte de la objetiva prensa española. Que piense si no hay mayor desprecio que no hacer aprecio.
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