LA irracional violencia yihadista, cuyo último brote ha estallado en Francia -quizás el país occidental más proclive a su afección-, pero que amenaza de un modo u otro a todo el planeta, debe llevar a preguntarse por las responsabilidades de los dos mundos que se pretende enfrentar, el occidental y el musulmán, en el origen, que no justificación dado que esta es imposible, de un conflicto no exento sin embargo del caldo de cultivo de la desigualdad.

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