CONCLUIDO el tradicional periodo vacacional veraniego, Euskadi y el Estado español abren hoy un nuevo curso político que se prevé apasionante y plagado de retos e incertidumbres. Aunque pueda parecer un tópico que se repite año a año, todos los analistas coinciden en que este otoño que ya asoma será especialmente caliente y conflictivo, ya que se van a producir una serie de acontecimientos en los que el grado de confrontación política y social promete alcanzar cotas muy altas, sobre todo porque los partidos políticos se preparan ya para afrontar en el horizonte cercano las elecciones municipales y forales, que serán claves para el futuro del país. En este contexto -aunque, a decir verdad, bastante alejado de esa realidad-, el presidente del Gobierno español y del PP, Mariano Rajoy, abrió ayer el curso político en Soutomaior (Pontevedra), como viene haciendo en los últimos años. Es más, la repetición del escenario parece contagiar al jefe del Ejecutivo, que volvió a repetir los mismos esquemas de su discurso, plagado de autocomplacencia, de retórica con escaso contenido concreto y sin una sola propuesta o iniciativa nueva y en el que insistió machaconamente en el pretendido éxito de sus reformas que, según dijo, han traído “crecimiento, prosperidad y confianza”. Rajoy sigue basando su capital político en la mejora de la economía -llegó a decir que “somos el segundo país que más crece de la Eurozona”- y presume de haber dejado atrás la crisis pese a la herencia recibida de los socialistas hasta el punto de que ya pretende cambiar los “brotes verdes” por las “raíces vigorosas”, aunque la realidad es que esa mejoría tiene pilares bastante endebles pese a esa “guerra sin cuartel contra el paro” de la que presumió. Nada habló Rajoy de los grandes retos, salvo para insistir en la necesidad de abrir el envenenado y engañoso debate sobre la elección directa de alcaldes y para volver a lanzar una advertencia contra la consulta en Catalunya. Eso sí, sin aportar una vía de solución. Salvo estas referencias, Rajoy se podía haber ahorrado el acto de ayer, porque todo sonó a repetido al del año pasado, que ya sonaba igual que el anterior. Mientras, Euskadi sigue esperando a que el presidente español responda a las ofertas de diálogo y acuerdo lanzadas por el lehendakari Urkullu. Eso sí, sin detenerse ni un momento.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
