Las Arañas tejen con esmero y precisión la tela donde capturan las presas y dan buena cuenta de ellas. Lo suyo es aprender de la naturaleza y más en estos tiempos. Sin embargo, cuando el fin es abyecto a uno no le queda más que tomarlo con inquina. Me explico: La Ertzaintza, emulando a este arácnido, desplegó la misma estrategia recientemente en las calzadas vizcainas. Ahora bien, su cometido recolector, no era saciar el hambre, sino atiborrar las arcas del Gobierno vasco, supongo, a base de multar a los conductores que sobrepasaban el límite de velocidad de manera inocua. Así se lo reconoció el agente a su víctima, una amiga que, sin poder dar crédito a lo que oía, no podía contener su indignación. Su infracción: circular a 61 kilómetros por hora cuando el límite era de 40 kilómetros por hora. La penalización: 300 euros y dos puntos del carné. Yo paladeé la misma receta anticrisis una semana antes, cuando bien es sabido que a esa velocidad, ni la mosca queda enredada en la tela de araña. Mi más firme protesta al responsable que se sirve de esta mezquina maniobra y que erosiona más aún la credibilidad en nuestras instituciones. Que deje de jugar a Spiderman, recurriendo a métodos medievales de recaudación de impuestos y se esmeré en desarrollar un plan de circulación más acorde a la realidad y emplear a los agentes en unos cometidos que ayuden a los ciudadanos. Si usted está libre de pecado, tire la primera piedra, a ver si queda atrapada en la tela. Entretanto deje de hurgar en nuestros ahorros.
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