EL pequeño enfangamiento en el que ha entrado la política vasca en las últimas semanas, con acusaciones gratuitas, sin pruebas y cuyo único objetivo es el descrédito del oponente para ligarlo a actuaciones poco éticas o directamente de corrupción, y el auge de propuestas más o menos populistas y demagógicas que impactan sobre la opinión pública tiene mucho que ver con la actual situación de debilidad y falta de liderazgo de los partidos de la oposición en Euskadi. Cuando aún no se ha cumplido la mitad de la actual legislatura, los tres cabezas de los principales partidos vascos que optaban, junto a Iñigo Urkullu, a convertirse en lehendakari en las elecciones de octubre de 2012 -y que, en buena lógica, eran quienes debían liderar las políticas de estas formaciones en todos los ámbitos tanto de gobernabilidad como de oposición- han desaparecido de la escena política. Antonio Basagoiti (PP), Patxi López (PSE) y Laura Mintegi (EH Bildu) han abandonado, por distintas causas, su labor. De hecho, y ante el abandono, asimismo, de Mikel Arana en el liderazgo de Ezker Anitza -formación que no obtuvo representación parlamentaria- solo Gorka Maneiro (UPyD) ha sobrevivido de entre los cinco candidatos a lehendakari a los que derrotó Urkullu. Este terremoto político está influyendo, como cabe suponer, en el día a día de la política vasca. La necesidad que tienen los partidos de la oposición de hacer visibles sus posiciones sin un liderazgo claro, excesivamente diluido o aún muy débil influye sobremanera en las posiciones que estas formaciones adoptan y en los discursos con los que intentan proyectar sus ideas o propuestas. La evidente debilidad de Arantza Quiroga en el PP, la falta de autoridad de Idoia Mendia ante la marcha que no termina de llegar de Patxi López en el PSE, la multiplicidad de voces sin una referencia firme que, al mismo tiempo, estén controladas o no chirríen con la ortodoxia como ocurrió con Mintegi en EH Bildu generan tensiones internas y obligan a estos partidos a forzar posiciones y exacerbar la manera de exponerlas, tendiendo más a la confrontación que al acuerdo. De ahí los amagos de ruptura de pactos. Es de esperar que más pronto que tarde los partidos recuperen el sosiego necesario y consoliden un liderazgo que enderece el rumbo errático, destierre la impostura y trabaje por el acuerdo en favor del bien común de Euskadi.
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