HAY líderes que alaban a Mandela pero no toleran la disidencia". La frase fue pronunciada por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, momentos antes de estrechar la mano del presidente cubano, Raúl Castro, en un gesto histórico que precisaba seguramente -gestión de la imagen interna- de esa advertencia previa. Podía estar dirigida, sin embargo, a gran parte del casi centenar de jefes de Estado y gobierno que se dieron cita ayer en el Soccer City de Johannesburgo para los funerales por Nelson Mandela. También al mismo Obama -y a sus predecesores Bush y Clinton, asimismo presentes- por la responsabilidad, entre otras múltiples y no menores, del gobierno de EE.UU. en la detención por las fuerzas de seguridad del apartheid el 5 de agosto de 1962, gracias a información facilitada por la CIA, del propio Mandela, inicio de los 27 años de reclusión del ahora finado líder sudafricano. Y a quienes entre mucho otros, como el premier británico Cameron -y sus antecesores Brown, Blair y Major, también en el acto- heredan la responsabilidad de la nefasta colonización y descolonización de África y sus dramáticas consecuencias. O a quien debería encarnar la continuidad de Mandela en su partido, el Congreso Nacional Africano, y en su país, Sudáfrica, el presidente Jacob Zuma, abrumadoramente abucheado sin embargo por la misma multitud que adora a Madiba. A quien desde su gobierno y en virtud del interés de la relación comercial con China impidió por dos veces la entrada al país del Dalai Lama, la gran ausencia en las honras fúnebres. A cualquiera que, como Mariano Rajoy, es capaz de destacar el legado de Mandela -"un hombre que en una situación complicada, apostó por la concordia", "nunca fue revanchista" e intentó "generar convivencia entre la gente y procurar la mejora de los pueblos"- con palabras que, sin embargo, no se ajustan en absoluto con los hechos que derivan de sus políticas y su gobierno. A todos los que desempolvan, desempolvamos, el recuerdo de Mandela solo por sus funerales. A tanto sepulcro blanqueado que, allí y aquí, se disputa ahora el dudoso derecho a enarbolar su figura de modo similar al que (algunos de) sus herederos se han venido disputando durante los últimos meses, años quizá, su mayorazgo. Descanse en paz, Mandela.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
