LAS continuas tragedias que están teniendo lugar en diversos lugares de la costa europea, como se ha podido comprobar últimamente en Lampedusa, protagonizadas por personas categorizadas como inmigrantes ilegales a bordo de precarias embarcaciones y que están provocando miles de muertos han puesto de manifiesto, además del drama en sí, cuyas consecuencias en pérdidas de vidas son inasumibles, un déficit gravísimo en las políticas de acogida por parte de los países de la Unión Europea. Al perfil tradicional de los inmigrantes económicos -calificativo que debe utilizarse con todas las reservas-, fundamentalmente subsaharianos, dispuestos a cruzar el mar a riesgo de morir en el intento, se ha añadido ahora otra tipología de personas igual de desesperadas y sin nada que perder salvo su propia vida, como son quienes huyen de zonas en conflicto, fundamentalmente sirios, aunque también hay eritreos y somalíes. El drama humanitario que está teniendo lugar a las puertas de Europa es estremecedor. En dos años y medio de guerra en Siria, además de cerca de 100.000 muertos, pueden contabilizarse unos siete millones de desplazados, de los cuales casi tres millones están refugiados en países vecinos como Turquía, Irak, Líbano y Jordania, desde donde intentan dar el salto a la segura Europa. Se calcula que 50.000 personas han llegado a nuestro continente procedentes de Siria en busca de refugio. Sin embargo, la actitud de los países europeos está siendo deplorable y no acorde con la defensa de los derechos humanos más elementales, como es el de la vida y el de ser acogido en caso de persecución o peligro de muerte. Es evidente que la tragedia está sacudiendo más a unos estados que a otros -Italia y Malta son los destinos principales-, pero la UE, en tanto que tal, debe dar una respuesta conjunta, urgente y acorde con su tradición humanista, cada vez más irreconocible. "Las nuevas propuestas para incrementar la vigilancia en el mar Mediterráneo deben centrarse en el salvamento de vidas, no en prohibir la entrada en la UE", afirmó la pasada semana la ONG Human Rights Watch, que exigió garantizar el derecho de asilo. Europa no puede permitir que el Mediterráneo sea un cementerio de inmigrantes y sus costas una barrera infranqueable o, en el mejor de los casos, una cárcel para supervivientes.