CATALUNYA, la sociedad catalana, que volvió ayer a convertir la festividad de la Diada en masiva reclamación de sus derechos democráticos, ha situado ante los ojos del mundo su mayoritaria ambición y demanda de soberanía. El amplio seguimiento de los medios internacionales cubriendo el eco festivo y reivindicativo de la denominada Vía Catalana, no gratuitamente copia de la que en 1989 atravesó Letonia, Lituania y Estonia antes de la independencia de las mismas, y la presencia del president Artur Mas y del conseller Francesc Homs en New York Times y The Guardian, con sendos artículos -el del primero con un alusión falsa a las "concesiones fiscales hechas a la región vasca"- confirman que la reclamación catalana es un problema que sobrepasa ya el ámbito del propio Estado español e interesa y se contempla más allá de los límites de la tancredocracia y el silencio con que el gobierno presidido por Mariano Rajoy prolonga los históricos errores que han desembocado en el masivo desafecto de la sociedad catalana. No se trata ya de las tensiones de relación política y trasfondo electoral entre Barcelona y Madrid, entre el nacionalismo catalán y el centralismo español, ni siquiera de las diferencias socioeconómicas y culturales que han distinguido a la nación catalana de la nación española, sino de la convicción con que los catalanes, una mayoría absoluta de ellos, han concluido en la necesidad de que la pertenencia al Estado español toque a su fin. La última encuesta, hecha pública precisamente ayer por un medio de ámbito estatal, es más que meridianamente clara: el 52% de los catalanes votaría hoy a favor de la independencia y solo el 24% lo haría en contra; incluso el 47% de los catalanes apoyaría la independencia aun si esta conllevara la salida de la Unión Europea y solo el 27% votaría contra ella. Ignorar esa realidad, tratar de acotarla y reprimirla con lecturas raquíticas de los derechos que permite la comprensión ampliamente democrática del actual marco jurídico a través del dominio de los poderes del Estado que lo modifican e interpretan a su antojo centralizador, únicamente servirá, aun si retiene momentáneamente la resolución definitiva, para profundizar en la desafección catalana y en la comprensión internacional hacia Catalunya, hacia lo que, en palabras de Artur Mas, es "nuestra manera de hacer" hacia la soberanía.
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