Un delegado del pasado
Los vetos a Pablo Gorostiaga como pregonero de las fiestas de Llodio y Jone Artola como txupinera en Bilbao impulsados por Carlos Urquijo suponen un tensionamiento extemporáneo y la peligrosa politización de Aste Nagusia
LA designación en enero de 2012 del popular Carlos Urquijo como delegado del Gobierno en la Comunidad Autónoma Vasca por parte del recién estrenado Gobierno de Mariano Rajoy ya presagiaba que, pese al nuevo tiempo político que se vislumbraba tras el cese de la violencia por parte de ETA apenas dos meses antes, su actuación no iba a pasar precisamente desapercibida. No lo ha sido, y a buen seguro no lo será en un futuro inmediato. Prácticamente desde su nombramiento, Urquijo -que ya había ostentado el cargo de delegado por un brevísimo tiempo en las postrimerías del Gobierno de José María Aznar- se embarcó en una auténtica cruzada cuyo objetivo ha sido llevar a su máxima expresión y hasta el límite las máximas de "tolerancia cero" y "todo es ETA" que propugnaba el sector más ultra del PP y de la derecha española. No en vano Urquijo es un cualificado representante de ese sector cuyos máximos exponentes han sido Jaime Mayor Oreja, Carlos Iturgaiz y María San Gil e incluso su nombramiento sorprendió e indignó a partes iguales a la nueva guardia popular vasca que lleva ahora las riendas del partido. Aunque sus obsesiones han sido la retirada de pancartas y la obligación impuesta a todos los ayuntamientos de colocar la bandera española en sus fachadas, el delegado del Gobierno no ha perdido nunca la ocasión de actuar -casi siempre como un elefante en una cacharrería- en cualquier circunstancia allá donde haya visto mancillado el honor patrio o interpretado un "desprecio a las víctimas". Así ha sucedido en los últimos días, donde ha logrado que la justicia avale -al menos, en una primera instancia- sus argumentos y se haya suspendido cautelarmente -aunque los casos son bien distintos- los nombramientos tanto del exalcalde de Batasuna Pablo Gorostiaga, ahora preso, como pregonero de las fiestas de Llodio, como de Jone Artola, de la comparsa Txori Barrote, como txupinera de la Aste Nagusia de Bilbao. Mientras Urquijo canta victoria sin disimulo, sus extemporáneas y mediáticas actuaciones causan alarma y generan una tensión innecesaria desde antes incluso de que empiecen unas fiestas que, de hecho, se politizan así de manera innecesaria. Una vez más, se trata de una utilización torticera de las víctimas en beneficio de una determinada visión ideológica propia del pasado.