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Hartazgo político

LOS cimientos de los partidos políticos empiezan a resquebrajarse cuando buena parte de la sociedad decide darles la espalda y apostar, a su vez, por los movimientos ciudadanos. Así lo señalan las últimas encuestas. Es posible que estemos asistiendo al final del bipartidismo en la España cañí, posibilidad bienvenida pero que a su vez tiene tintes de peligrosidad. Y a los ejemplos nos remitimos: esa UPyD de Rosa Díez, conglomerado que recibe en sus filas a los antinacionalistas vascos más acérrimos, los socialistas que no acatan las órdenes de Ferraz y los populares que estarían más identificados con las directrices o soflamas lanzadas en su tiempo por el ultra Blas Piñar. Lo de la supuesta independencia acaba siendo algo mucho más sencillo e interesado: la afiliación de conveniencia. Así que los últimos movimientos o plataformas nacidas al calor de la desesperación de la ciudadanía tienen un buen aspecto inicial, aunque al final, tiempo al tiempo, alguno de sus ideólogos acabe abrazando la religión política del partido de turno (de gobierno). Aquí, en Euskadi, también hemos sido especialistas en plataformas, movimientos, grupos de apoyo... durante décadas, ya que la mayoría de ellas lanzaban mensajes basados en los sentimientos. Pero somos pocos, nos conocemos todos y sabemos de sobra de qué pie cojea cada cual. Así que todo ese mundo fue perdiendo apoyos poco a poco: jugar con el corazón del personal resulta harto peligroso cuando el objetivo es otro.