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La izquierda abertzale en el espejo

La búsqueda de confrontación con el PNV responde a una necesidad imperiosa de la IA de quitarse una presión insostenible que proviene de su caldera interna, de sus damnificados, a la espera de ganar tiempo y habilitar salidas a sus problemas. Luego, pedirán ayuda

LA detención, por mandato de la Audiencia Nacional, de Urtza Alkorta, por parte de la Ertzaintza ha recalentado las relaciones entre la izquierda abertzale y el PNV. Los primeros, que han utilizado fórmulas de resistencia civil para impedir la ejecución de un mandamiento judicial, han centrado el foco de sus críticas en el gobernante PNV, a quien, como en el pasado reciente, han situado en su particular ojo del huracán de odio y enfrentamiento.

El PNV, según ellos, se ha vuelto a plegar a la obediencia española. El PNV se encoge ante los intereses de Madrid. El PNV se posiciona a favor de Rajoy frente a los compromisos de Aiete. El PNV opta por el enfrentamiento, en contraposición al proceso de paz. El PNV ha convertido a la Ertzaintza en una policía cipaya contra su propio pueblo.

Son muchas las consignas, las declaraciones, pronunciadas estos días por representantes de la izquierda abertzale. Desde Pernando Barrena hasta Laura Mintegi, desde Maribi Ugarteburu a Joseba Permach, el señalamiento del PNV como "culpable" del actual bloqueo ha marcado una nueva fase de enfrentamiento entre las dos opciones abertzales mayoritarias. La caldera entre ambos universos está en plena ebullición y la reaparición de acciones violentas contra batzokis evidencia que la tensión empieza a escaparse de la dinámica puramente dialéctica. El riesgo de que esta "batalla épica" trascienda a mayores debe ser cortado radicalmente para evitar que las estrategias del pasado ganen la partida al "nuevo tiempo" democrático señalado en la partida de nacimiento de Sortu.

La izquierda abertzale sigue obstinándose en buscar en los demás la culpabilidad de todos sus males. Y, aunque no siempre es responsabilidad de los otros lo que a uno le pasa, para los que hoy son Sortu, el PNV es su especial chivo expiatorio. Aunque el PNV, muchas veces, nada tenga que ver con sus dolencias.

Por ejemplo, ¿por qué la última protagonista de este enredo, Urtza Alkorta, no es capaz de asumir la responsabilidad de sus actos? ¿No está tan orgullosa de su militancia? ¿Admitirá la voluntariedad de su activismo? ¿Y sus consecuencias? Si había interiorizado como inevitable su detención, ¿por qué dio pábulo a aquel montaje en Ondarroa? ¿Valoró el riesgo que aquello comportaba? ¿Acaso creía que unos -ellos- pueden hacer lo que quieran pensando que todo les saldrá gratis total?

Acusan a la Ertzaintza -y al PNV- de doblegarse ante el poder español. ¿Y qué debía hacer la Policía vasca? ¿No cumplir con su obligación? ¿Dejar que interviniera la Guardia Civil?

La izquierda abertzale y sus portavoces han volcado sus críticas en el supuesto servilismo del PNV a la legalidad "española". Son clásicas sus acusaciones de "traición a Euskadi", "Españako morroiak" o su habitual imputación de "¡PNV español!". Lo que nunca ha hecho la izquierda abertzale es mirarse en el espejo.

¿Dónde ha registrado la izquierda abertzale los estatutos de su última formulación política? En el Ministerio de Interior español. ¿Qué tribunal ha avalado la legalización de Sortu? El Tribunal Constitucional español. ¿Qué ley de partidos políticos han tenido que respetar los estatutos de Sortu? La ley española. ¿Qué texto constitucional han tenido que prometer acatar -aunque sea por imperativo legal- sus cargos públicos? La Constitución española. ¿Qué bandera -por requerimiento judicial español- están colocando en las balconadas municipales que presiden? La rojigualda. ¿Qué credencial exhibe Sabino Cuadra o cualquier otro diputado de Amaiur para exigir respeto a su inviolabilidad parlamentaria? La tarjeta acreditativa de diputados españoles (con una notoria bandera constitucional). ¿Qué documento acreditativo debe exhibir en un aeropuerto Urko Aiarza cada vez que viaja al exterior? El DNI español o el pasaporte español. ¿Se han transformado ellos también en "cipayos"? ¿Son, tal vez, serviles criados del poder español? ¿Se han plegado a la obediencia española?

Podríamos seguir. Pero no merece la pena. En su defensa, la izquierda abertzale dirá que su comportamiento viene obligado "por exigencia legal", que ellos cumplen con los requerimientos tapándose la nariz. Y, los demás, ¿lo hacemos por gusto? Quizá piensen que somos masoquistas. Masoquistas, no; pero "españoles", seguro que sí. Ja, ja.

La búsqueda de confrontación con el PNV responde a una necesidad imperiosa por parte de la izquierda abertzale de quitarse del medio una presión insostenible que proviene de su caldera interna. Como contrapartida o como rédito al proceso protagonizado de desmovilización de la lucha armada, se habían fijado como objetivo la hegemonía política del movimiento abertzale en Euskadi. Pensaban que, al igual que en Irlanda del Norte, donde el Sinn Féin capitalizó políticamente la desmilitarización del IRA haciéndose con el liderazgo partidario del ámbito republicano, también aquí, en Euskadi, ocurriría lo mismo, desbancando al PNV del liderazgo nacionalista.

Pero, pese a los éxitos parciales iniciales -elecciones municipales, forales y generales-, la acumulación de fuerzas del nuevo movimiento soberanista fracasó y se estancó en los comicios autonómicos, evidenciando que en política no todo es predecible.

La ecuación paz por votos, que había servido para alimentar la confianza de su base social en el "nuevo tiempo", parece desvanecerse y con ello comienzan a aparecer los primeros signos de frustración en quienes confiaron en que, al fin, la lucha armada y ETA, conseguirían , con su desaparición de escena, ganar al menos un objetivo político; el de convertir a la izquierda abertzale en la referencia organizativa del país.

A esto se le une la incapacidad de la izquierda abertzale, pese a los múltiples intentos y experimentos programados, para ordenar el tráfico de un final de ciclo de estrategia político-militar que deja sin salida inmediata a multitud de damnificados.

Sus hojas de ruta, sus previsiones a futuro, han ido fracasando sucesivamente por no querer asumir intelectualmente que la dinámica de "negociación con el Estado" no se reproducirá ni en el presente, ni en el futuro. Quienes en Argel sentaron en torno a una mesa negociadora a la novena potencia económica del mundo, no se han terminado de dar cuenta de que aquello de "la negociación" se acabó para siempre por su incapacidad de cerrar acuerdos y por la prepotencia de quien siempre se ha sentido con fuerza para imponer sus criterios, rompiendo cualquier atisbo de compromiso o de solución pactada.

Malograda la negociación en Argel, Eugenio Etxebeste diría desde su exilio de Santo Domingo que ETA debía, una vez asimilada su derrota militar, salvar los muebles para no ser derrotada políticamente. De aquello han pasado muchos años y, una vez tras otra, ETA tropezó en la misma piedra. En Ginebra, en Oslo, en Lizarra... Con Aznar, con Zapatero, con todos.

Ayer, convencidos de que su momento había llegado, declararon el cese definitivo de su actividad y, en lugar de dar pasos por sí mismos para que el final llegara rápida y ordenadamente, buscaron nuevas perchas en las que colgar y justificar sus decisiones. Pero nadie atendió su guardarropa. Porque solo ellos pueden atender a lo que es suyo.

Por eso hoy surgen las urgencias, las necesidades apremiantes para dar salida a quienes empiezan a preguntar "qué hay de lo mío". Presos, exilados, militantes desubicados. Quien ha decidido poner punto y final a su actividad quiere que tal decisión se ejecute ya, sin dilación. Y el tiempo pasa sin respuestas.

La izquierda abertzale las busca, pero mientras no las encuentre siente la incomodidad de quienes desde dentro presionan para que articule una nueva fórmula capaz de resolver el problema. Por eso y para desquitarse del malestar propio ha hallado en el PNV, su alter ego natural, el objetivo al que desplazar -aunque sea temporalmente- la indignación propia que le comienza a agobiar.

Se trata, queremos pensar, de un movimiento táctico. Un señuelo en el que su base social vuelque su ira o su frustración, como lo hizo en el pasado. A la espera de ganar tiempo y habilitar nuevas salidas a sus problemas. Cuando las hallen, dejarán de hacer vudú con los jeltzales y reclamarán de ellos su ayuda para solucionar el crucigrama. Tiempo al tiempo.