Tengo dos perritos pinscher de 3 y 5 kilos, respectivamente. Uno de los momentos mejores del día es ir con ellos al parque de Sarriko, mi pequeño paraíso. Desde el momento en que entro por la puerta veo caras conocidas. Antes de ir a la zona de esparcimiento de perros, siempre hay algún vecino, amigo, que está con sus nietos e hijos en el área de juegos. Los niños se acercan a mis perritos, momento placentero que dedico a que mis perros se habitúen a los más txikis y viceversa. Por el camino me encuentro con personas mayores que he tenido el gusto de conocer en dicho parque. Y por último llega el momentazo del saludo a la cuadrilla; la de los dueños y la de los perros. ¡Qué sensación de libertad supone ver a estos animales mientras se saludan y corretean!

El parque de Sarriko tiene una extensión de 56.000 metros cuadrados que concita a muchas personas cada una además con sus diferentes pretensiones para pasar un agradable momento: niños en la zona de juegos o en bici, personas mayores en bancos o paseando, grupos haciendo taichi, personas tomando el sol, personas que vamos a pasear con nuestras mascotas?

Probablemente tendré una deformación profesional. Siempre he trabajado en el campo de lo social: muchos años trabajando con personas con enfermedad mental y actualmente en hogares de menores. No me gusta la exclusión, la exclusión de lo diferente a mí, la intolerancia a los demás porque estén alrededor mío y no hagan lo que yo hago y en algún momento obstaculicen mi paso. Mi máxima siempre ha sido la gran frase de Voltaire: "Detesto lo que dices pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo".

Sí es cierto que en dicho parque hay dueños de perros que no recogen las cacas (me lo vais a decir a mí que más de una vez me la he llevado a casa por ir a coger la de mis perros), pero también es cierto que tengo que emplearme concienzudamente en el arte del adiestramiento a mis perros para que no chupen los gargajos, para que no cojan los distintos residuos que dejan los humanos (paquetes de patatas, cristales de botellas, pañuelos de papel, etc.) pero no dejan de ser asuntos en mi opinión muy molestos y desagradables que ocurren en todas las áreas de la ciudad.

No quiero perder la libertad de poder disfrutar de este entorno con mis perros y aprender con los demás de sus distintas aficiones, aficiones que desarrollan a mi alrededor porque todos y todas cabemos en el parque de Sarriko.

Mari Jose Gil Basterretxea