A lo largo de su historia, el viejo reino de Navarra ha estado en innumerables ocasiones en una encrucijada y el momento actual le sitúa de nuevo en una de ellas. La moción de censura presentada por EH Bildu y Aralar contra la actual presidenta, Yolanda Barcina, por el desatino de lo ocurrido en una institución con tanta historia como la Caja de Navarra, hace que en ese cruce de caminos cada cual exprese de manera clara lo que es, lo que aporta al futuro y sus bondades o maldades del pasado. En definitiva, desnuda a todos.

No vivimos buenos tiempos para la lírica, la situación que nos rodea no da para grandes alegrías y al ya de por sí horroroso panorama que nos aportan la crisis, el paro, los desahucios, la mayor agresión de la historia a nuestro estado del bienestar, se unen los numerosos casos de corrupción, de corruptelas, de una clase política devaluada, alejada de una sociedad que observa entre atónita e indignada sus desvaríos, desde la izquierda a la derecha, del nacionalismo rancio español, al catalán, casi todos los partidos políticos (con honrosas excepciones como el PNV). Con sus desatinos han conseguido situarla en el segundo problema para la ciudadanía.

Quizás si Berlanga levantara la cabeza fuera capaz de realizar una película con el título de La vergüenza nacional con la acidez y la ironía que le caracterizaba, porque la verdad es que las noticias que cada día se asoman a los medios de comunicación provocan este terrible sentimiento en el españolito de a pie. Vergüenza que inspiran unos políticos, unos representantes de las instituciones del Estado, incapaces de resolver una crisis provocada por su complicidad con el poder financiero y además salpicados de esos innumerables casos de corrupción. Traidores deleznables que han conseguido manchar, ensuciar, una noble actividad como la política, que debiera servir para resolver los problemas de la ciudadanía, para conseguir el bien común, pero que se ha convertido en un lugar de consecución de puestos de trabajo y de rapiña.

Aquí, en Navarra, una comunidad que siempre ha presumido de seriedad y rigurosidad, quebradas eso sí por el expresidente Urralburu y sus compinches, ahora se ve de nuevo conmocionada por la imputación de otro expresidente y dos de sus colaboradores más íntimos, uno de ellos, por cierto, actual alcalde de Iruñea, quedando incluso abierta la posible imputación de la actual presidenta, Yolanda Barcina. Todo ello después de que se conocieran las millonarias dietas por reuniones que apenas duraban un suspiro que cobraban once de los miembros políticos del Consejo de la CAN, entre ellos dos del Partido Socialista de Navarra, ese que debiera representar los principios básicos de la izquierda, entre ellos la ética.

Porque ese es uno de los debates de fondo. No solo las corrupciones, los delitos, merecen la reprobación social y política, sino también las corruptelas, el enriquecimiento que aun no siendo ilícito, ilegal, sí resulta inmoral, al menos para la izquierda. Pero los partidos implicados, UPN y PSN permanecen paralizados ante la indignación y el cabreo de una ciudadanía que ya no confía en ellos.

Si desde estos se desea recuperar la confianza perdida evitando así que otras opciones mucho más peligrosas les puedan sustituir, deben reaccionar ya con medidas contundentes, claras, radicales si se quiere, incluso a riesgo de que paguen justos por pecadores. Vale más, con la que está cayendo, que un inocente sea tratado injustamente, que un corrupto (sea ilegal o inmoral) se vaya de rositas.

Cada imputado debe ser apartado inmediatamente de sus cargos institucionales e internos, suspendido de militancia. Pero no solo los imputados, también los que con su comportamiento irregular, inmoral, están creando alarma social. Por eso no solo defiendo desde estas líneas que Sanz, Miranda, Maya o Barcina, si es imputada, deben ser expulsados de la vida pública navarra, sino que también los responsables socialistas Roberto Jiménez y Samuel Caro deben seguir el mismo camino de manera inmediata.

La situación es absolutamente insostenible. Ver a mi partido, el PSN a pesar de todo, a la deriva me produce una profunda pena. Ver a sus dirigentes haciendo el ridículo, pringados hasta la cintura en el tema de la CAN, aún más. Su lamentable líder ha dicho: "Somos contundentes exigiendo que se cumpla la ley, pero cautos a la hora de juzgar". ¿Qué es ser cauto? ¿Quizás ser cómplice? Porque a eso suena. No apoyar la moción de censura pidiendo al mismo tiempo la dimisión de Barcina suena a eso, a complicidad, a cobardía, o lo que es peor a un intento de tapar sus propias vergüenzas.

No podemos olvidar que también él cobró dietas millonarias por no hacer nada en el consejo de administración de la CAN, que observó las tropelías cometidas por los ahora imputados mirando para otro lado. ¿Cómo se llama eso, Roberto Jiménez? ¿Cómo?

Deben pensar que la ciudadanía navarra es tonta y no saben lo que en realidad se esconde tras esas palabras. Lo lamentable es que implica a todos, a militantes y votantes de un partido vital en Navarra, en esa insensatez, en esa canallada. Y lo hace con el silencio aquiescente de Ferraz, de quienes le rodean en la dirección del PSN y de la mayoría de sus afiliados.

Haber decidido no apoyar esa moción de censura evitando un acuerdo con el nacionalismo para un candidato de consenso que pueda aglutinar la pluralidad de la izquierda en nuestra comunidad resulta un nuevo acto de traición a sus ideales y a la ciudadanía que dicen representar, un acto de cobardía deleznable, de sumisión al poder de la derecha.

Porque, de haberlo hecho, no solo supondría eliminar del poder a una derecha corrompida por tantos años de ejercerlo, también abriría la ilusionante posibilidad de una experiencia novedosa que quedó truncada en 2007, una colaboración enriquecedora y transversal de las diferentes izquierdas, nacionalistas o no, para llevar a Navarra por otra senda diferente.

Juan Carlos Longás además es un candidato idóneo (quizás por eso haya sido propuesto por EH Bildu y Aralar) para hacer posible ese consenso. Un ciudadano de prestigio, honesto y con un perfil nítidamente de izquierdas.

Por eso habrá que hacer desaparecer a estos irresponsables para redirigir al PSN hacia el lugar que jamás debió abandonar: el de liderar desde la izquierda una alternativa a la derecha de UPN que gobierna Navarra sin control los últimos 22 años. Liderarla con un mensaje claro y contundente: nunca más mamporreros de esa derecha, nunca más vender nuestra dignidad a cambio de cuatro puestos de trabajo.

Por eso resulta necesaria, imprescindible, una verdadera revolución en el seno del PSN. Que sus militantes de base se alcen y expulsen a patadas a todos, todos, sus actuales dirigentes. Es muy improbable que suceda, pero nunca debemos perder la esperanza de que el milagro se produzca. Mientras tanto, veremos perder la oportunidad histórica de echar a la derecha de un poder que no merece. Una pena?