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Reparación y verdad

En un mismo día se anuncian dos novedades referidas a las víctimas del conflicto vasco. Los familiares de las víctimas de ETA tendrán acceso directo y puntual a voluntad sobre la situación penitenciaria de sus victimarios sin necesidad de recurrir a ninguna instancia ni cumplimentar ninguna solicitud. Y, por primera vez, se ha reconocido e incluido en el mismo listado a las víctimas mortales producidas por parte de funcionarios del Estado o de grupos parapoliciales, y prometido reparar económicamente a sus familiares.

Recuerdo (qué represión a un niño de... ¡siete años!) los cinco pasos exigidos antes de confesarnos con el cura para obtener el perdón; a saber: examen de conciencia, contrición de corazón, propósito de la enmienda, confesión de boca y satisfacción de obra.

Las víctimas de ETA exigen más: así están apostadas tras el ordenador, a la espera de cualquier movimiento penitenciario, para presionar al gobierno y exigirle que dé marcha atrás a cualquier mejora penitenciaria, aunque esté sujeta a legalidad o reglamento.

El cura no aplicaba venganza ni exigía delación para conceder el perdón, solo nos imponía la penitencia, tras cumplir los cinco pasos.... que aquí evitarían agravios penitenciarios comparados.

Efectivamente, se ha dado el primer paso, pero poco sabemos de la "satisfacción de obra" penitente de los victimarios por parte del Estado; una mínima exigencia, que queda muy lejos de la pretensión de las víctimas de ETA, de condicionar el cumplimiento total de pena, a la acción delatora hasta esclarecer todos los atentados.

Así como el perdón exige reconocimiento del daño causado, la reparación para que sea tal, además de reconocimiento exige memoria histórica y verdad. Situar a estos dos latidos como epicentro de conciliación lo harían obligatorio, si fuera cierto que por encima de cualquier interés sectario, nuestros políticos buscan la normalización social de este pequeño país.