Administración
La gestión de la fiesta Halloween que se celebró en el Madrid Arena no va ha pasar a la historia como ejemplar. El resultado de todos conocido fue a todas luces nefasto. Cuatro jóvenes han resultado víctimas mortales. Han encontrado la muerte en un lugar que jamás se hubiera pensado que sería el último capítulo de su vida. Las muertes se podían haber evitado si la prudencia y el respeto a las normas se hubieran adoptado como una filosofía irrenunciable para su organización.
Tras el drama llegan las investigaciones. La Justicia, los tribunales se encargarán sin duda de dar luz a esta oscuridad que se apoderó del recinto festivo. Pero hasta que se esclarezcan los hechos la sociedad debe situar la vista en otro plano diferente. La gestión política. En las actuaciones de los responsables electos, que han realizado para conceder la licencia y así celebrar la fiesta, debemos detenernos. Se están conociendo datos que no dejan en una buena posición a las concejalías encargadas de autorizar esta clase de eventos. De igual manera el primer edil de la capital madrileña, según lo que conocemos, no estuvo a la altura de las circunstancias en un primer momento. Su derecho a la intimidad, a tener una vida más allá de la política es algo incontestable, pero el haber optado por una profesión de servicio a la sociedad obliga a cancelar el tiempo que se dedica a la privacidad en algunas ocasiones.
Si a los ciudadanos se les exige el pago de impuestos, se les exige que respeten las normas que en ocasiones los gestores políticos elaboran, los políticos deben atender a las necesidades sociales y sobre todo si son de carácter urgente. A pesar de los matices o responsabilidades políticas que deben depurarse, lo inmediato es reflexionar sobre lo ocurrido. En los eventos con asistencia masiva de público el control total es imposible. Si además quien lo controla no está suficientemente acreditado para garantizar ese control lo que puede ocurrir es cualquier cosa y ninguna buena.