EN cuanto a los condicionantes socio-económicos, pero también políticos, que la rodean, la campaña de las elecciones al Parlamento Vasco 2012, que se celebrarán el próximo 21 de octubre y cuyo arranque oficial se produjo a medianoche; reúne similar intensidad -y similares urgencias- a la de aquellas que, a principios de la década de los 80, asentaron en la voluntad popular el actual sistema de autogobierno vasco y, con él, el desarrollo de un país que como ahora atravesaba por una profunda crisis. Así, aunque la efervescencia de los primeros contactos con unas elecciones democráticas se haya ido desvaneciendo desde entonces a lo largo de nada menos que treinta y cinco procesos electorales (diez de ellos para elegir representantes en la Cámara vasca); el próximo 21 de octubre debe proporcionar, tras el simple transcurrir de esta última legislatura y desde la voluntad democráticamente expresada por la sociedad, un nuevo impulso a Euskadi. Tanto frente a la crisis económica como en materia de autogobierno en la seguridad de que el desarrollo del segundo es excepcional herramienta frente a la primera. Y con el añadido del incuestionable -e incalculable- beneficio que debe suponer el asentamiento definitivo de la paz. Ahora bien, ese mismo triple eje, su relevancia en el futuro, en el inmediato y en el de las próximas generaciones, lleva implícita asimismo la exigencia de dotar a la campaña de una claridad que solo se alcanza a través de la presentación de iniciativas. Más que nunca ante el riesgo de desaliento de la relación ciudadana con la clase política y en la depresión ambiental que siempre acompaña a una crisis de sostenibilidad del sistema, la campaña del 21-O debe desterrar la tentación de aferrarse a las descalificaciones gratuitas, los diseños de importación y los lemas pret a porter para centrarse en las urgencias del país y las necesidades de los vascos, presentando a estos la batería de medidas, propuestas e ideas que consoliden, ya en la paz, el modelo de sociedad diferenciada en que se había venido transformado Euskadi durante las últimas décadas y sus niveles de desarrollo humano. Es tiempo de proponer, de dar a elegir, de ofrecer certidumbres que, como en aquellos primeros años 80, construyan país. Un nuevo país: Euskadi en el siglo XXI.