VOLVAMOS la vista atrás. En 1950, un grupo de personas están fundando un nuevo club en una ciudad europea. Invitan a diversas personas, que se suman de forma entusiasta. Una de ellas, que fue de las primeras en lanzar la idea, negocia hasta el final los estatutos pero, después de darle muchas vueltas, no lo ve claro y finalmente dice a los otros socios que prefiere esperar un poco. Unos años después, de nuevo se lo plantea, consulta todos los papeles, se informa de las cuotas... pero finalmente decide otra vez que no. En 1960, funda su propio club en la ciudad. Los socios del primer club no entienden nada y critican su traición, al hacer más difícil que su club prospere. Sin embargo, para sorpresa de todos, ese mismo año esta persona solicita entrar en el club inicial. Algunos socios, por el bien común, olvidan el pasado y le abren las puertas, salvo uno. Un socio considera una tomadura de pelo la actitud y el comportamiento de este señor, que puso en peligro el éxito de la empresa desde el inicio y que incluso ha llegado a crear la competencia en casa. Se niega en redondo y, como los estatutos dejan claro que todos deben estar de acuerdo, no entra. En 1966, de nuevo, vuelve a pedir su ingreso. Y de nuevo se le niega la entrada. No entrará hasta 1973, cuando el socio que le vetaba finalmente se jubiló.

Desde entonces, no ha dejado de poner obstáculos en el camino. ¿Por qué jugamos al fútbol? Hay otros deportes muy interesantes e incluso más rentables. ¿Por qué no cambiamos algunas reglas? También hay algo importante: considero que pago demasiado por mi cuota y no siempre voy al campo. Es injusto, exijo una reducción de mi cuota. Por otro lado, ¿por qué siempre me marginan cuando propongo algo? Sólo quiero que cada socio pueda decidir por sí mismo, que todo el mundo sea feliz en este club. No es una amenaza, pero también podría irme? y el club perdería mis contactos publicitarios y mis influencias en la federación. No digo que lo vaya a hacer pero, ya se sabe, a veces en mi familia me recriminan que paso demasiado tiempo en el club y poco en casa. Ustedes verán?

Esta vez, hace unos días, ha sido más explícito que nunca al decir que su posición en el club debería ser renegociada. En caso contrario, realizaría una consulta en su casa y si el resultado fuese desfavorable, abandonaría el club. ¿No es hora de que alguien le explique a este buen señor que si no le gusta el fútbol y no acepta las reglas del club, lo mejor que puede hacer es irse?

En realidad, el club del que estamos hablando no es de fútbol, sino la Unión Europea y el señor no es una sola persona sino el Reino Unido. El pasado domingo, su primer ministro, David Cameron, dijo por primera vez, presionado por el ala más antieuropea de su partido, que no descarta la posibilidad de realizar un referéndum sobre la pertenencia de su país a la UE. Es interesante conocer por qué se produce ahora esta declaración.

El último Consejo Europeo decidió una serie de medidas para atajar la crisis de la deuda de algunos Estados europeos y fortalecer el euro. También se ha avanzado que los líderes europeos están trabajando para profundizar en la integración europea, creando una unión bancaria y fiscal. Es decir, lo que cuando se creó la Unión Europea en Maastricht en 1992 todo el mundo sabía que en algún momento habría que hacer, finalmente se va a hacer. No se puede crear un mercado común y una moneda común sin una autoridad política también común que las regule y controle. No puede haber mercado sin autoridad fiscal y política.

La pregunta es: si esto se sabía en 1992, ¿por qué no se hizo entonces? En gran parte, aunque no sólo, por la negativa británica. No querían ni oír hablar de una Unión política. Un poco más adelante, en 2004, cuando se negoció el proyecto de Tratado Constitucional Europeo, la denominada constitución europea, las principales reticencias también fueron británicas (aunque es cierto que no fueron los únicos). Vetaron la palabra federación, federalismo y todo lo que sonase a unión política. De hecho, hubo que llamarlo Tratado Constitucional porque los británicos se negaron a hablar claramente de Constitución. Y cuando este proyecto no fue ratificado por los holandeses y franceses, en el subsiguiente tratado de Lisboa se aseguraron de que incluso el término Tratado Constitucional desapareciese del todo.

Hay que recordar que los británicos no quisieron adoptar el euro, lo que puso en serio peligro todo el proyecto. Exigieron el famoso cheque británico porque pagaban más de lo que recibían, etc., etc., etc. Así llevamos casi 40 años, desde que en 1973 entraron en la Comunidad. Hace unos meses se quedaron solos al no firmar los acuerdos para afrontar la crisis y ahora ya han dicho que no aceptarán la unión bancaria y fiscal. Pero ese no es el único problema. El 26 de junio, el presidente de la UE, Herman van Rompuy, hizo público un documento de trabajo en el que, tras consultar con los presidentes de la Comisión Europea, el Eurogrupo y el Banco Central Europeo, se propone crear una nueva y reforzada arquitectura financiera, fiscal, económica y política en Europa. Se trata prácticamente de una refundación de la Unión Europea. En este documento, titulado Hacia una genuina Unión Económica y Monetaria, se afirma que la eurozona es muy diversa y que la mayor parte de decisiones se deberán seguir tomando por los Estados, pero que estas decisiones no pueden ser tomadas sin tener en cuenta su impacto en los otros socios. Esto significa que dichas políticas deberán ser coordinadas. Esto, tan de puro sentido común que la pregunta es por qué no se ha hecho antes, es lo que ha desatado todas las alarmas en el Reino Unido.

El informe insiste en que sólo si nos coordinamos más y mejor podremos asegurar la estabilidad y el crecimiento en Europa. Además, esta mayor integración requerirá unas bases democráticas reforzadas y un mayor apoyo de los ciudadanos. Por ello, resulta esencial que el proceso hacia esta mayor integración se produzca mediante una participación amplia. La visión que lanza el informe se sustenta en cuatro pilares: un marco financiero integrado, un marco presupuestario integrado, un marco económico integrado y, por último, asegurar la legitimidad y la rendición de cuentas de quienes toman las decisiones de la Unión Económica y Monetaria.

Este último es un punto capital. El documento habla, por primera vez, de que el Parlamento Europeo y los parlamentos de los Estados deben tener un papel central en los procesos de toma de decisiones europeos sobre las cuestiones monetarias, económicas y fiscales. No se puede saber qué resultará finalmente de este proyecto, aún sólo un borrador. Lo que sí se puede afirmar es que va más en la línea de lo que pretendía el club en 1950 que lo que llevábamos haciendo en los últimos años.

Quienes creemos en una Europa unida, con sus países e identidades nacionales viviendo en armonía, con un modelo de vida basado en el Estado del bienestar y con fuerza suficiente para poder participar en las grandes decisiones mundiales, no renunciamos a la idea de una Europa verdaderamente federal, unida políticamente. Para quienes no poseemos ambiciones imperialistas, no es un mal sueño que Euskadi sea una provincia europea más tomando decisiones junto a todas las naciones europeas respecto a los asuntos comunes a la vez que nos sentimos dueños de nuestro destino cuidando de nuestra lengua, tradiciones y particular forma de ver el mundo.

Es una pena que haya países que no compartan esta visión y quieran limitar el ideal de Monet, Schuman, Adenauer, De Gasperi, Kohl, Delors... a un simple mercado. No podemos consentirlo. Lo siento, señor Cameron, pero éste es un club que se fundó para unir a los europeos, para evitar más guerras, para vivir en armonía dentro de una gran Europa federal. Las reglas estuvieron muy claras desde la magnífica propuesta inicial de Robert Schuman del 9 de mayo de 1950. Léanla, por favor, léanla y después, comparen. ¿Renunciarían a ese extraordinario sueño de paz, prosperidad y valores humanistas por un simple mercado? Yo no.