LA pírrica victoria de Alfredo Pérez Rubalcaba -luego matizada en un elemental ejercicio de responsabilidad y lealtad por los partidarios de Carme Chacón en la votación de ayer para la nueva Ejecutiva socialista- que le ha convertido en el nuevo secretario general del PSOE tiene una evidente derivada en la política vasca, y en más de un aspecto. El apoyo de Patxi López y del aparato del PSE -con escasas fisuras- al exministro y excandidato perdedor a la presidencia del Gobierno español en las pasadas elecciones ha sido firme y tuvo lugar desde el inicio, antes incluso de abrirse el proceso. La apuesta pública del lehendakari por realizar un Congreso y evitar unas primarias tras el varapalo electoral del PSOE en las municipales cercenó de raíz las pretensiones de Chacón, que, con lágrimas en los ojos, no tuvo más remedio que retirarse a la espera de otra oportunidad, que ha sido en este cónclave de Sevilla, donde ha salido derrotada. La apuesta de los socialistas vascos por Rubalcaba no ha sido aún convenientemente explicada a no ser que hubiera de por medio un pacto no público para el lanzamiento de López hacia responsabilidades en Madrid, hipótesis reforzada tras su incorporación a la Ejecutiva socialista en un puesto, además, creado ad hominem, a medida y a mayor gloria del lehendakari. Sobre todo, porque, en teoría, el vínculo natural del PSE debería estar más cercano a los socialistas catalanes -y catalanistas- que formaban el núcleo duro del apoyo a Chacón -miembro del PSC-, con el objetivo de configurar un polo hacia un PSOE menos centralista, menos jacobino y, en definitiva, más federal. Con todo, no cabe ninguna duda de que la figura de Patxi López está al alza en el Partido Socialista. Muchos son los analistas y dirigentes del PSOE que le ven no ya solo en puestos de responsabilidad, sino como firme candidato bien a liderar el partido en el caso de que el mandato de Rubalcaba termine siendo -como se teme- una mera transición o incluso a encabezar la candidatura socialista a las elecciones generales dentro de cuatro años. Los efusivos aplausos que recibió el líder del PSE en el Congreso lo avalan. Al margen de que esta posibilidad viene a demostrar un desconocimiento tan amplio como peligroso sobre la gestión que está llevando al frente del Gobierno vasco, lo cierto es que López es, con Rubalcaba, el nuevo hombre fuerte del PSOE. Lo ha conseguido. Ahí era donde estaban los desvelos y los esfuerzos del lehendakari. No en Euskadi, pese a los graves problemas que padece y donde los vascos suspenden categóricamente su gestión y no confían en su labor. Por ello, tampoco es creíble que su nueva responsabilidad no le vaya a restar esfuerzos. Es, sencillamente, imposible. El objetivo de López era y es Madrid. Cuanto antes lo reconozca y actúe en consecuencia por un mínimo de dignidad y lealtad a los vascos, será mejor para todos.