EL Partido Socialista Obrero Español tiene ya nuevo líder. Alfredo Pérez Rubalcaba salió ayer vencedor del XXXVIII Congreso tras un recuento de votos que se alargó en exceso hasta provocar suspicacias y nervios en las filas de los dos candidatos y tras un proceso interno que deja abiertas profundas heridas internas que serán difíciles de cicatrizar. Y es que el PSOE parece abocado a los procesos agónicos para dilucidar sus liderazgos internos; no en vano, Zapatero venció con apenas nueve votos de diferencia a su entonces contrincante José Bono en una votación a la que se presentaban cuatro candidatos y esta vez Carme Chacón perdió por solo 22 papeletas. Una diferencia demasiado nimia como para que el PSOE no se vea abocado a reconstruir la fractura interna que ha dejado esta elección con dos opciones sin apenas diferencias ideológicas y que ofrecían pocas posibilidades reales y objetivas de frenar la pérdida de influencia y credibilidad del socialismo y de liderar esa catarsis de renovación ideológica y organizativa que tanto reclama buena parte de las bases. Seguramente, porque este congreso del PSOE había sido convocado con las prisas que se derivan de la necesidad de acceder al poder de la candidata Chacón y de la urgencia de Rubalcaba, quien ya ha dejado entrever que no será el candidato socialista en las próximas elecciones generales y cuya función más bien parece estar encaminada a controlar una transición interna en conformidad con los poderes tradicionales del PSOE. Finalmente, la seguridad de lo ya conocido ha prevalecido en el resultado en un momento en el que la sigla se juega su propia supervivencia capaz de gobernar desde un suelo electoral de siete millones de votos. A falta de debates en torno a las ideas y proyectos, el foco de atención de la sesión de hoy sigue estando en los nombramientos de la ejecutiva y en ese proceloso capítulo el PSE y el propio Patxi López se juegan mucho. Tras la apuesta hecha por la delegación vasca en bloque a favor de las opciones de Rubalcaba, el socialismo vasco une sus destinos al viejo aparato de Ferraz, pero todo parece indicar que su fidelidad tendrá premio. En este sentido, la apuesta de Rubalcaba por López -ha dicho que el actual lehendakari puede ser "lo que él quiera"- y el compromiso público adquirido, a su vez, por este con el nuevo líder del PSOE siembran de incertidumbre el futuro del jefe del Gobierno vasco, más preocupado por la situación de su partido que por Euskadi. El abrazo entre Rubalcaba y López una vez conocido el resultado del Congreso y ante la cerrada ovación de todos los asistentes fue altamente significativo. En caso de que Patxi López acceda a las máximas responsabilidades con las que se especula en las últimas fechas, habrá dado, por fin, el pistoletazo de salida a la cuenta atrás de unas nuevas elecciones en Euskadi.
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