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Análisis de elecciones: Amaiur

El portavoz de Amaiur en el Congreso dijo que van a Madrid "para impulsar la resolución del conflicto y en reivindicar los derechos de Euskal Herria. ¿No es eso lo que el nacionalismo histórico ha estado haciendo, también cuando por eso era tildado de "españolista" por la IA?

LA segunda fuerza política más votada en Euskadi el 20-N fue Amaiur, y, en virtud de uno de esos afeites posteriores al principio democrático una persona-un voto, la que más diputados proporcionó al Congreso español. Algunos medios usaron el verbo arrasar y la impresión general pudo ser que fue su gran triunfo. Sin embargo, respecto a Bildu en las municipales de marzo, a la que superó en ocho mil votos, se podría decir que ha bajado al añadirse en la coalición Amaiur, el cuarto partido, Aralar, que en solitario había obtenido, en marzo, 32.000 votos; añadidos a los 276.000 de Bildu, habrían supuesto 308.000. Sin embargo, se quedó en 284.000, a una distancia del PNV por 40.000.

El resultado normal de la izquierda abertzale (IA) en cualquiera de sus nombres mientras pudo competir, oscilaba entre los 150.000 y 190.000 votos; con todo, en cinco ocasiones, sobre todo, a finales de los 90, superó los 200.000, sin pasar de 228.000. Amaiur superó esta cota máxima en más de 50.000 y la media en unos 90.000. Aun manteniéndonos en la primitiva IA, el frío análisis numérico podría explicar la procedencia de ese superávit de Amaiur. En Araba, los socialistas perdieron 35.000 votos, Amaiur aumentó 16.000; en Bizkaia, la pérdida socialista fue casi de 100.000, Amaiur ganó 30.000; en Gipuzkoa, la pérdida fue de 50.000, cifra que marcó la subida de Amaiur. ¿Hay algo de probable en esto? Ningún otro partido aumentó.

Por otra parte, ya Bildu fue una coalición: a la IA se añadió EA, Alternativa e Independientes. Amaiur contó además con Aralar. ¿Qué aportaron en votos estas formaciones? Imposible saberlo. Pero, además, pienso que la declaración de Ayete contribuyó a la idea de que fue la IA la que obligó a los duros de ETA al cese definitivo de la lucha armada, y eso puede resultar rentable en votos. Sin excluir que la repetida persecución judicial a la IA, a veces tan manifiestamente política e injusta, como en las últimas autonómicas y con Sortu, produce, al menos en este pueblo, la reacción contraria a su favor. Lo mismo que la negación reciente de grupo propio a Amaiur.

Algo parece muy claro y clave en todo este tema. El cese definitivo de la violencia etarra y próximo fin de ETA, así como el compromiso de la IA de usar exclusivamente medios democráticos para lograr sus objetivos, han sido los factores del triunfo de esta nueva coalición, Amaiur. Mi doble pregunta de fondo es: ¿por qué precisamente ahora y qué hay de esos 52 años de ETA y 34 de la IA como fuerza política? Puesto que ya la hice públicamente hace tiempo sin obtener respuesta, adelanto mi punto de vista.

Si la eficaz iniciativa se la debemos a la IA, ha coincidido con un momento en que ETA estaba ya irremisiblemente acorralada. Si todo ha salido de la propia ETA, considero que es la confesión pudorosa de su derrota. 52 años de lucha frente al Estado español son muchos años; pero ya en 1959, en la sede parisina del Gobierno vasco en el exilio, quedé convencido -no en vano había vivido la tragedia del Ejército vasco en la guerra del 36-37- del enorme error político de aquellos universitarios que eligieron el camino de las armas contra un Estado europeo. Cuando diez años más tarde cometieron el primer asesinato a sangre fría -Melitón Manzanas- lamenté que su desvarío moral les lanzaba ya a tumba abierta. Se pudo desear un fin "sin vencedores ni vencidos", pero ETA ha sido derrotada. Una vez que Francia se lo tomó en serio, que los dos sistemas policiales se pusieron de acuerdo, han ido cayendo uno a uno.

ETA ha sido un fracaso. El conflicto político vasco sigue en pie y ETA lo puso al rojo vivo con la sangre de las víctimas. Hay mucho error, mucho odio, mucho encono creado. La aberración del GAL, aquel macabro terrorismo de Estado, que también se cobró sus víctimas durante un gobierno socialista, además de un mazazo al presunto Estado de derecho y a la democracia, pudo justificar a ETA. Pero ningún error o mal se corrige ni justifica con otro, en algún sentido peor. ETA tampoco ha conseguido la libertad política, la independencia de Euskadi (Euskadi Ta Askatasuna). Al contrario, su cese y desaparición ha traído y traerá la libertad. ETA ha dañado económicamente a Euskadi con la huida de empresas y empresarios a otros lugares; ha deshonrado el buen nombre de lo vasco, internacionalmente reconocido, y del mismo nacionalismo. Sus propios presos obtendrían mayor favor si antes empezara a cumplir su largo camino del deber.

También la izquierda abertzale ha fracasado en su política rupturista a la sombra de ETA. En los años duros del franquismo y la clandestinidad nacionalista vasca, la resistencia activa de los etarras, además de seducir para su causa a los más extremistas de una generación sin vivencias propias de la tragedia bélica, creó un magma de rebeldía nacionalista radical, de independentismo pronto y fácil. A mediados de los 60, un marxismo tardío cundió también entre esos grupos, como lo había hecho en ETA. El proceso de Burgos y sus seis condenas a muerte (1970), así como el fusilamiento de Juan Paredes Manot Txiki y Otaegi y tres miembros del Grapo, tres meses antes de la muerte de Franco, obtuvieron la repulsa de todos aquellos en quienes no habían naufragado ni el sentido común ni un mínimo de humanidad. El aparente triunfo de ETA con su atentado más espectacular, la voladura del coche del almirante y presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco (20-12-73), hizo que, ya en la aurora de la Transición, fraguaran aquellos grupos abertzales en pequeños partidos políticos que, gracias a diversos mentores -el antiguo peneuvista Telesforo de Monzón-, formaron la coalición Herri Batasuna (27-4-78). Ya en la primera confrontación electoral, la general del 79, sus 150 mil votos casi doblaron a la otra rama de izquierda abertzale, EE (80 mil votos), que acabaría disolviéndose y parte militando en el socialismo español.

¿Qué ha hecho desde entonces por Euskadi HB, con todos sus nombres posteriores, hasta su reaparición en Bildu en marzo pasado? ¿Qué por el conflicto político vasco con el Estado español? Se negó a ir al Congreso de Madrid porque eso era "españolismo" puro. Se opuso al Estatuto de Gernika porque no incluía a Navarra que desde el de Estella no quiso entrar en él ni tampoco en el actual. Por lo mismo, durante mucho tiempo, no participó en el Parlamento Vasco. Todo lo que se ha conseguido en Euskadi, desde favorecer oficialmente al euskera, el Concierto Económico, el autogobierno..., se ha hecho sin la IA. Y a veces frente a ella.

Lo que es verdaderamente curioso es que tanto ETA como la IA han presentado sus derrotas y fracasos como un triunfo y así se lo han tragado bastantes, comenzando quizá por ellos mismos, al menos los de Amaiur, pues se me hace casi imposible pensar que ETA, los restos de ella, vean con halago su futura disolución sin haber obtenido ninguno de sus objetivos -como tampoco la IA-, y su renuncia a la fuerza de las armas en la que confiaron. La única ventaja lograda es el mayor número de votos y de poder político -este último ciertamente respetable- que enfrentará a la coalición con la realidad auténtica de la política. La pregunta que me hago es la siguiente: ¿qué confianza me pueden dar quienes han tardado 52 y 34 años, respectivamente, en convencerse del craso error fundacional de ambas organizaciones?

Según Txelui Moreno, portavoz de la IA, no de Amaiur "es el PP quien tiene ahora la oportunidad de encarar el cierre definitivo de la confrontación armada". ¿No suena esto a amenaza? ¿No fue ya definitiva por parte de ETA su renuncia a las armas? ¿Qué pasaría si ETA volviera ahora a Loiola y a la T4 de Barajas? Iñaki Antigüedad, portavoz de Amaiur, pero solo para el debate de investidura, dijo que la hoja de ruta actual es el reconocimiento de un "conflicto de naturaleza política, no policial". Esa hoja de ruta ha sido la del nacionalismo histórico democrático de siempre. Lo que hace falta es que el PP, cualquier Gobierno del Estado, los españoles, admitan la existencia de tal conflicto y estén dispuestos a solucionarlo como quiere Amaiur y el nacionalismo vasco tradicional. De eso es de lo que unos y otros tienen que convencerles, y solo se convence democráticamente mediante razonamientos y peso de los votos, a la vez que se logra el mayor bienestar de Euskadi. El portavoz de Amaiur en el Congreso dijo que van a Madrid "para impulsar la resolución del conflicto y en la reivindicación de los derechos Euskal Herria como nación". ¿No es eso lo que el nacionalismo histórico ha estado haciendo no solo hace 34 años sino en los 125 de existencia, también cuando por eso era tildado de "españolismo" por esa IA? Preguntado si "han merecido la pena tantos centenares de muertos", responde que esa es "una pregunta muy complicada". No, la pregunta es sencilla y directa. A lo más lo será la respuesta. Pero tampoco. La suya es: "La verdad es que no tenía que haber habido ningún muerto". Y ¿han tenido que tardar 34 años en descubrirlo amontonando más de 800 cadáveres y todo el sufrimiento que eso supone para convencerse? Pues ¡son duros de mollera! Pero "habla bien, es grande, e impone mucho". No lo dudo.

A pesar de toda esta crítica, las dos noticias y hechos, el cese definitivo de la violencia etarra y renuncia de la IA a todo medio no democrático, me han dado gran esperanza aunque para ese viaje sobraran alforjas. Si sé algo sobre el nacionalismo, al menos los nacionalistas vascos que he conocido -y conocer a las personas no es fácil- no tienen nada que aprender ni de la IA ni de Amaiur, ni siquiera en cuestión de soberanismos. Quizá les falta la ilusión de otros tiempos. Pese a todo, no excluyo en un futuro próximo acuerdos entre todos los nacionalistas vascos, para bien de Euskadi.