EL hecho de que el primer ministro británico, el conservador David Cameron, asuma la convocatoria en Escocia de un referéndum respecto a la voluntad de la sociedad escocesa sobre la continuidad de su unión política en el denominado Reino de Gran Bretaña, trata en realidad de matizar la reivindicación de Edimburgo respecto a esa consulta, limitarla y, en lo posible, condicionar el resultado de la misma. Esto es, Cameron busca colocar a los escoceses en la disyuntiva del sí o no a la independencia, eliminando la vía gradual de un primer acopio de mayor autogobierno, esencialmente económico, que sí incluye la propuesta de referéndum planteada por el primer ministro escocés, Alex Salmond. Cameron sabe que una amplia mayoría social de Escocia (las encuestas la sitúan en torno al 74%) apoya el referéndum y optaría por esa vía paulatina mientras que la independencia no goza hoy del respaldo necesario. Ese es asimismo el motivo por el que plantea el margen de dieciocho meses para realizar la consulta, quizás temeroso de que Escocia termine por dar la razón a Salmond también en esto, tal y como vaticinó tras su último y aplastante triunfo electoral de mayo: "Decían que nunca habría un Parlamento escocés y lo hay, decían que el SNP no ganaría nunca las elecciones y las ganamos en 2007, decían que nunca tendríamos mayoría absoluta y la tenemos. Ahora dicen que nunca ganaremos un referéndum por la independencia...". Porque Cameron sabe que la apuesta del nacionalismo escocés por llegar a una especie de soberanía compartida y convertir Gran Bretaña en una suerte de confederación tiene fortaleza suficiente. Y que la gestión del actual autogobierno y los recursos nacionales por parte del SNP puede impulsar el fin de los restos de la Union Act que se aprobó en 1707 pese a la oposición de la población escocesa, restos que la Scotland Act de 1998 no llegó a recuperar junto a su cámara legislativa únicamente debido a los mismos intereses que promovieron en la primera década del siglo XVIII aquel documento de unión en el que 15 de sus 25 artículos eran de carácter económico: no en vano Escocia tiene hoy un PIB mayor que doce de los veintisiete miembros de la UE. Pero, dicho todo esto, la propuesta de David Cameron, líder de un partido del que no conviene olvidar que su verdadero nombre es el de Conservative and Unionist Party, implica también respeto a los principios democráticos, entendidos en el estricto sentido británico y parlamentario del término; la asunción de la inevitable realidad escocesa y, por comparación, también un severo contraste con actitudes de Estados que ante reivindicaciones nacionales similares, caso del Estado español y de Euskadi, utilizan la amenaza del procesamiento, de la suspensión del autogobierno o en último extremo hasta de la intervención militar para restringir la democracia.
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