GAROÑA también es un asunto de Estado para Euskadi. La cercanía de la central nuclear a las capitales de la CAV (70 kilómetros a Gasteiz, 191 a Donostia y 136 a Bilbao) las incluye en el perímetro afectado por un posible accidente. Solo en un radio de 80 kilómetros viven más de dos millones de personas. La central burgalesa, la más antigua del Estado español, conocida popularmente como la de las mil grietas, cuenta con un reactor similar a los de Fukushima, la instalación japonesa que ha tenido y tiene en vilo a su país y al planeta entero tras su dantesco accidente. Este desastre, demagogia a un lado, ha demostrado que tanto el contenido como el continente, la propia energía como las centrales que la producen, resultan incontrolables en una gran crisis. No son palabras; son hechos objetivos. Y solo el paso del tiempo permitirá comprobar con cierta nitidez los estragos causados por este accidente. Será entonces, dentro de décadas, cuando las estadísticas del cáncer u otras enfermedades o malformaciones revelen la verdadera magnitud de la catástrofe. El Partido Popular ha vuelto a reactivar la incertidumbre sobre el futuro de Garoña. También han brotado las diferencias de criterio en algunos dirigentes populares vascos, como Javier Maroto, alcalde de Gasteiz, a quien resulta muy complicado apoyar, como adalid de la Gasteiz verde, una instalación de este tipo. El Gobierno de Rajoy aplicará su rodillo para pasar por encima del decreto socialista que ordenaba su cierre para el 6 de julio de 2013. La derecha quiere prorrogar la prórroga de la prórroga. Construida hace 42 años, lleva funcionando dos años más de los cuarenta para los que fue concebida. En 2013 serán tres años más. En 2019, nueve... de más. El argumento es sencillo: producir electricidad en una central como Garoña, ya amortizada, sale tirado. Prácticamente a coste cero. Los regidores locales castellanos también meten baza y se escudan en los mil puestos de trabajo directos e indirectos que la infraestructura genera. El dame pan y dime tonto siempre ha sido un recurso fácil con el pueblo. Y cuando truena, no antes, a acordarse de Santa Bárbara. Rajoy, tan europeo para algunas cosas, también debería mirarse en el espejo del viejo continente con la energía nuclear. Alemania, Bélgica, Suiza o Italia -especialmente la Alemania de Merkel- han dejado clara su voluntad de prescindir sin prisa pero sin pausa de este tipo de energía. ¿No había que mirarse en el espejo alemán? Los grupos ecologistas achacan problemas de refrigeración, grietas en el circuito primario y su escasa resistencia a un terremoto. Nadie puede asegurar que vaya a darse un temblor similar al de Japón, pero tampoco nadie puede descartar que no se dé. La naturaleza es incontrolable. Y Garoña, en una situación tal, resulta un peligro evidente para todos. También para los vascos.
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