LA declaración que compendió el resultado de la Conferencia Internacional para Promover la resolución del Conflicto en el País Vasco sitúa, a través de sus cinco puntos, enumerados, el devenir inmediato del proceso para poner fin a cinco décadas de violencia en Euskadi. La confianza en que "ha llegado la hora y la posibilidad de finalizar la última confrontación armada en Europa", expresada en las primeras palabras de la declaración, se sustenta firmemente en la comprobación ayer, también durante los últimos meses, de "la creciente exigencia de la ciudadanía de este país y sus representantes políticos para superar el conflicto". Desde la disponibilidad -"hemos venido con buena fe y con la esperanza de poder ofrecer ideas"- para que esa confianza basada en la exigencia de la propia sociedad contribuya a la paz, la amplia delegación internacional diseña una vía en la que el cese definitivo de la violencia de ETA no es el final, sino el principio, la premisa imprescindible. Así lo marca el propio orden de los cinco puntos de una declaración que, en primer lugar, llama a ETA a dejarlo, a "hacer una declaración pública del cese definitivo de la actividad armada" y que sea ella la que solicite el diálogo para "tratar exclusivamente de las consecuencias del conflicto". Es a ETA, por tanto, a quien le toca recoger el desafío lanzado por la confianza que la delegación internacional ha extraído de la propia sociedad vasca. Le toca, de modo ineludible ya, responder a ese emplazamiento. No puede rehuir la solemne exigencia de quienes han querido contribuir a ofrecer una salida al conflicto en virtud del deseo inequívoco de los vascos. Solo desde la asunción pública del final de su actividad armada -"si dicha declaración fuese realizada"- se dirige la delegación internacional a otras instancias, "a los gobiernos de España y Francia", expresamente citados, en su exigencia de diálogo. Solo desde la asunción pública por ETA del final de su actividad armada y desde la voluntad de diálogo de las partes en la solución de las consecuencias dramáticas del conflicto, en el reconocimiento de las víctimas causadas, insta asimismo a que se "adopten pasos profundos para avanzar en la reconciliación". Solo a partir del final de la violencia y de la resolución de las consecuencias de la violencia en la búsqueda de la reconciliación es posible avanzar en la negociación que debería sentar las bases del final del verdadero conflicto, el político, el de la diversidad identitaria, que subyace y que absolutamente nada tiene que ver con la actividad violenta. Y solo en ese caso, a partir de esa renuncia absoluta y definitiva a las armas de ETA, la propia comunidad internacional -"estamos dispuestos a organizar un comité de seguimiento"- servirá de garante de que la reconciliación derive, "con consulta a la ciudadanía", en el respeto al derecho de la sociedad vasca a decidir su futuro.
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