qUIENES de forma tan contumaz como sectaria siguen propalando que el euskera resulta un elemento ajeno a Nafarroa se toparon ayer de nuevo con la multitudinaria realidad del Oinez, en esta ocasión en Tafalla. Una fiesta total para las decenas de miles de personas que arroparon a la ikastola Garcés de los Fayos, organizadora del evento por tercera vez, en esta edición para financiar la construcción del edificio de Secundaria que precisa, habida cuenta de la acuciante falta de espacio en sus dotaciones actuales. Otro éxito no solo de participación -que evidentemente también-, sino de la integración de la pluralidad en un espacio compartido para la exaltación del euskera como patrimonio cultural de la Comunidad Foral, consagrándose el Oinez como una cita ejemplar en lo que se refiere a los parámetros de civismo y de respeto generalizado que le vienen caracterizando desde hace más de tres décadas. Porque, aunque desde determinados ámbitos continúe negándose, en Nafarroa va creciendo de forma sostenida ese amplio sector social que, a partir del reconocimiento de la diversidad ideológica e identitaria, aboga por la consolidación y aun la progresión de un idioma vivo que se renueva día a día gracias a la incorporación de nuevos euskaltzales. Una parte relevante de la ciudadanía navarra, se insiste, que apuesta por el presupuesto democrático básico de no prohibir, no imponer como argumento contrario a la rivalidad entre idiomas. Porque los valedores de la lingua navarrorum defienden sin ambages el plurilingüismo, un pilar de la enseñanza de calidad en euskera que se ansía para todos los lugares de Nafarroa donde haya demanda. Una demanda que coarta esa ley restrictiva de 1987 que impone una zonificación conculcadora de los derechos lingüísticos de los navarros, una anormalidad absoluta esta de legislar contra la lengua propia, supeditando la voluntad de la ciudadanía a intereses partidarios espurios. Pese a que el Gobierno navarro sí estuvo representado al nivel de la vicepresidencia primera por el socialista Roberto Jiménez, cabe destacar la lamentable ausencia en el Oinez -una vez más- del consejero de Educación por UPN, ahora José Iribas, así como la de la máxima representante foral, la presidenta Yolanda Barcina. Es posible que la todopoderosa y omnipresente líder de UPN habría acudido ayer a Tafalla si por hacerlo hubiese percibido una de las dietas de asistencia a las juntas de CAN y otras instituciones públicas que le permitieron duplicar sus ingresos en 2010 (desde los 68.000 que tenía asignados como alcaldesa de Iruñea hasta los 143.000 euros). Puede que la cúpula del regionalismo persista en su desdén por el euskera, pero en igual medida, aunque en dirección contraria, perseverarán quienes lo defienden hoy. Como ayer, como mañana.