RECIENTEMENTE he discutido en Twitter con personas que afirmaban que la diferencia entre un nacionalista y un patriota es que el nacionalista quiere a su país y odia a los demás, mientras que el patriota quiere a su país pero no odia a los demás. Es una distinción arbitraria, que no se sostiene, pero que tiene cierta aceptación. El diccionario de la RAE da, como es lógico, otras definiciones para esos términos. Patriota es la "persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien", y nacionalista es "el partidario del nacionalismo", siendo nacionalismo la "ideología que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos, y en la que se fundan aspiraciones políticas muy diversas". Esa definición, por su amplitud, sería perfectamente válida para describir la ideología jeltzale, por lo que, al menos en teoría, no habría ninguna razón para modificar el nombre del PNV, tal y como acaba de proponer la dirección del partido a su militancia.

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Sospecho que el propósito de la dirección del PNV de cambiar el nombre del partido obedece al hecho de que el término nacionalista tiene connotaciones negativas en el ámbito internacional. Nosotros estamos acostumbrados y no somos conscientes de ello, pero fuera de Euskadi y en general en el conjunto de Europa, la palabra nacionalista se suele vincular a ideas y prácticas excluyentes. De hecho, hay muchas personas que se identifican o defienden la causa nacional vasca, pero que no aceptan ser considerados nacionalistas, y cuando deben definirse a sí mismos utilizan el término abertzale (más propiamente patriota) o recurren a fórmulas tales como independentista vasco.

La posible adopción del nombre Partido Nacional Vasco ha sido criticada por algunos por coincidir esa denominación con la que han utilizado partidos latinoamericanos de corte muy conservador, o incluso el que fuera Partido Nacional de Sudáfrica (de ideología segregacionista) y el ultraderechista Partido Nacional Británico. Pero en honor a la verdad, también es la denominación de importantes partidos en Australia y Nueva Zelanda de impecable trayectoria democrática. Y creo, además, que esa crítica pierde toda su sustancia si tenemos en cuenta que la referencia más próxima para el PNV, tanto por el contexto -defensa de la causa nacional en un Estado perteneciente a la UE-, como por las políticas que propugna -de centro o centro-izquierda-, es el Scottish National Party.

El nombre es importante. Es necesario elegirlo con cuidado, tratando de que refleje de modo fiel la identidad y características principales del sujeto a denominar. Y en este caso ese sujeto es un partido político que defiende la causa nacional de un pueblo que aspira a estar en pie de igualdad con el resto de pueblos de Europa. Pero más importante que el nombre es que el discurso y la práctica política de sus militantes, a la vez que fieles al propósito fundacional del partido, sean también acordes a los principios que caracterizan a las sociedades abiertas y democráticas. Lo importante es que el proyecto que promueve el PNV sirva para satisfacer las aspiraciones de los ciudadanos vascos, con independencia de cuáles sean sus sentimientos identitarios, sus adscripciones nacionales, y sus procedencias culturales. Si el nombre Partido Nacional Vasco va ligado a esa concepción incluyente de la causa nacional vasca, bienvenido sea el nuevo nombre.