Los vascos llevamos siglos de lucha por nuestra libertad, contra los romanos, godos, árabes, astures carolingios, castellanos, etc. Siguieron con las guerras carlistas, aprovechando las guerras internas españolas, apoyando a quien prometía nuestros fueros o libertades. También nuestros padres y abuelos se alinearon con la república por su apuesta con nuestro Estatuto del 36, como camino hacia la soberanía. Y siempre que hay un mínimo de posibilidades, lo intentamos de nuevo.

Así fue con el mal llamado Plan Ibarretxe, brillantemente presentado en el Congreso y rechazado sin tomar en consideración. Es decir, desprecio. Ahora, vemos que la intocable Constitución española -que sabíamos no era verdad, porque fue cambiado para aceptar listas de candidatos de otros países en elecciones municipales, pero era una necesidad para ingresar en Maastrich-, se vuelve a retocar en lo que les interesa a los dos grandes partidos españoles, porque es necesario para incluir un límite de gasto de las administraciones del Estado. Ahora no toca, pero también sabemos que no tocará nunca.

España, Italia, Suramérica, Centroamérica y resto de países latinos, nunca levantarán cabeza pues llevan excesivo lastre. Lo ideal sería hacer una gran limpieza de todo lo corrupto, que es mucho: recortar los gastos superfluos, Casa del Rey; recortar el ejército -que hoy en día sobra casi todo él, puesto que estamos en Europa y ya no hay enemigos-; recortar funcionarios, sobran; limitar o anular estipendios a los partidos, que cada uno se sufrague con sus militancias; eliminar ayudas a las iglesias, que se nutran de sus feligreses; rebajar sueldos, jubilaciones y prebendas a los políticos; aumentar impuestos a los grandes terratenientes, nobleza, banqueros...

Las autonomías, de pronto, no les interesan. ¡No pueden existir 17 consejeros para un único negociado, porque es despilfarrar! ¿No se dieron cuenta en su día de ello? Todos lo sabíamos, pero entonces prevaleció el café para todos, que hoy se tornó en vinagre y no les interesa.

Resumido: todo es enredar para dar salida a sus soluciones enrevesadas, pero con un único objetivo: que no avancen los nacionalismos periféricos, contrarios al suyo. El castellano es obligatorio, los demás son opcionales. Españoles y castellanos a la fuerza.

Nuestra solución es imitar a Kosovo. 1º Lo hicieron sin violencia. (nosotros cumpliríamos, con la desaparición de ETA). 2º Intentaron acordar con Serbia, sin resultados. (nosotros, lo mismo). Y 3º Lo hicieron democráticamente, proclamando unilateralmente la independencia y crear su propio Estado con amplia mayoría de votos. Otras, como Montenegro, con más del 55% y suficiente también. Nosotros debemos hacer sin violar ninguna ley internacional, leyes que están admitidos por España en su propia Constitución, que las incumplen.

Lo ideal sería hacerlo junto con Catalunya y Galicia. Acordémonos del Galeuska, de Aguirre y de nuestros padres.