ALFREDO Pérez Rubalcaba, exvicepresidente primero del Gobierno de Zapatero y candidato del PSOE a sucederle en La Moncloa, abogó ayer por replantearse el sistema de administración en el Estado. El político socialista aseguró que las diputaciones sobran -sic- y abogó por repartir sus funciones entre los gobiernos estatal, autonómico y municipal. El objetivo de esta reorganización no sería otro que reducir el gasto público. Italia, por ejemplo, suprimirá treinta ejecutivos provinciales y cientos de ayuntamientos para mejorar sus maltrechas finanzas. La propuesta de Rubalcaba corre el mismo riesgo que todas las decisiones que se toman bajo la presión de encontrar una solución inmediata: que se convierta en un parche, en pan para hoy y hambre para mañana. Lo que hace falta, y de forma urgente, es un verdadero debate sobre el modelo de Estado español. La crisis ha enfatizado todos los defectos del sistema autonómico y ha demostrado, una vez más, que aquello del café para todos fue un error histórico, una forma de tirar por la calle del medio para no abordar la raíz del asunto. Aquella raíz se manifiesta hoy con más crudeza que ayer aunque quizá con menos que mañana. El invento de crear 17 autonomías para no resolver las aspiraciones nacionales de Euskadi, Catalunya y Galiza -sobre todo las dos primeras- fue una huida hacia adelante que cíclicamente pasa factura cual bumerán. El sistema está en crisis, con unos problemas de financiación y déficit descomunales -incluso con algunas autonomías queriendo devolver al Estado competencias como Sanidad o Educación- y, además, con un riesgo evidente de caminar hacia una centralización todavía mayor, dado el previsible triunfo del PP en las generales y su vasto poder autonómico. El verdadero debate, el necesario, no se sustenta en suprimir o no las diputaciones, sino en definir un modelo de convivencia satisfactorio y apropiado para el futuro. El actual está más que agotado. Mucho han cambiado los países, las autonomías, la economía, el mundo... desde que se pusiera blanco sobre negro este ordenamiento. A las normas también les toca actualizarse, ponerse al día. De ahí que el PNV haya dejado claro al próximo presidente español que su principal apuesta política será abordar esta cuestión irresoluta. Euskadi ha demostrado su madurez también en estos duros momentos. El estigma de la violencia terrorista de ETA parecen tocar a su fin definitivo. Ya no hay excusas. Ayudados por el coro mediático que demonizó y no explicó la propuesta de nuevo estatuto del lehendakari Ibarretxe, algunos dirigentes ya han vuelto a intentar enredar hablando de aventuras identitarias, referéndum ilegal... Simplemente se trata de aplicar la democracia y buscar un acuerdo plural basado en el respeto. No hay peor ni mayor error que persistir en el error.