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Fiestas, de todos y de nadie

El nuevo tiempo que parece abrirse en Euskadi también requiere de nuevos comportamientos más respetuosos en los festejos populares y que nadie intente patrimonializar o condicionar unos días dedicados exclusivamente al disfrute

hE venido a pasármelo bien". El diputado general Martín Garitano, el máximo representante de la sociedad guipuzcoana, regateaba ayer con esta frase la polémica en el inicio de las fiestas de Gasteiz. El representante de Bildu acudió al acto acompañado por dos familiares de presos de ETA. Y lo hizo con sus palabras del día anterior en Onda Vasca aún frescas, donde sostuvo que aún no era el momento de que su coalición participara en actos de reconocimiento y perdón a las víctimas del terrorismo. Y lo hizo con el recuerdo, también fresco, de su actuación en la festividad de San Ignacio. En fiestas, todo el mundo tiene derecho a pasárselo bien. Los de Bildu, y también todos los que no son de Bildu ni piensan como ellos. Para eso son las fiestas, para disfrutarlas, para gozarlas, para salir de la rutina, para colgarse de una sonrisa. Y para nada más. Las reivindicaciones, del tipo que sean, están fuera de lugar en la plaza común. Este nuevo tiempo que parece querer abrirse en Euskadi requiere también de reactualizar ciertos comportamientos que, a fuerza de repetirse en el pasado, se han convertido en cuña obligada de los programas festivos. La obsesión de mezclar ciertas reivindicaciones de la izquierda radical con fiestas o competiciones deportivas -y más si hay televisión de por medio- es un claro ejemplo. Sea justa o injusta la reivindicación, lo que queda claro es que están fuera de lugar. Si Garitano reivindicaba ayer su intención de pasárselo bien, ese mundo debería entender que ciertas enseñas, carteles o pintadas no contribuyen a que otras personas, con el mismo derecho que ellos a pasarlo bien, lo hagan. Más bien todo lo contrario: viendo lo que hay, algunos optan por no salir de casa o por pasar las fiestas fuera de Euskadi. Si el resto de partidos actuara de la misma manera que Bildu, no habría balcones, plazas o paredes que lo soportaran. Porque no habría balcón, plaza o pared que acogiera a todos los familiares de las víctimas, a los extorsionados y a sus familiares, a los escoltados y a sus familiares, a los amenazados y a sus familiares, a los que pasan miedo y a sus familiares, a los presos y sus familiares, a los familiares de los refugiados en otros países... Las fiestas son de todos pero no son de nadie. Y la libertad de uno acaba donde empieza la del otro. El nuevo tiempo también requiere entender y aplicar normas de convivencia tan básicas. Y entender qué significa y entraña la condición de cargo público. Garitano y el resto de electos de su partido no solo representan a los votantes de Bildu. Representan a un colectivo mucho mayor en que también figuran quienes no depositaron esa papeleta ni lo harán jamás. Garitano, valga el ejemplo por cercano, no puede, o no debe, comportarse como lo haría Martín. Al menos no en los actos oficiales. La Blanca no ha salvado la polémica; ojalá Donostia y Bilbao sí. Por el nuevo tiempo.