Nuevo ciclo hacia un nuevo estatus
El adelanto electoral anunciado por Zapatero dará paso a una legislatura en la que Euskadi se juega mucho, desde el autogobierno a la paz, y en la que será fundamental la relación de fuerzas entre el partido gobernante y el nacionalismo
EL anuncio de adelanto electoral realizado el pasado viernes por el todavía presidente español José Luis Rodríguez Zapatero ha impactado de lleno en las estrategias de los diferentes partidos y marcará sin duda la actividad política durante los próximos meses. No por esperada -incluso deseada en algunos ámbitos- la nueva cita electoral, conocida justo al inicio de las vacaciones de agosto, supone un horizonte de cambio de ciclo político que tendrá consecuencias más allá de quien ocupe la Moncloa desde finales de este mismo año. También para Euskadi, la campaña -que se prevé larga, dados los primeros escarceos desatados desde el minuto uno- y, sobre todo, los resultados electorales que salgan de las urnas el 20-N marcarán los cauces por los que discurrirá el devenir político próximo. Varios son los factores determinantes en esta nueva etapa que se abrirá en la próxima legislatura. En primer lugar, como es lógico, la figura del nuevo presidente del Gobierno español y el color del partido al que pertenezca. En este sentido, desde Euskadi existen experiencias de mandatarios tanto del PSOE como del PP y no parece que ni Pérez Rubalcaba ni Rajoy vayan a suponer un antes y un después en estas relaciones. Lo que sí será determinante, como ayer dejó claro el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, en línea con lo manifestado también por líderes catalanes de CiU, será el tipo de mayoría con el que cuente el nuevo Gobierno español. Los nacionalistas vascos y catalanes han comprobado en carne propia los nefastos efectos que para sus respectivas sociedades tiene una mayoría absoluta asentada en Madrid. Por ello, será fundamental la relación de fuerzas y la solidez de la representación que obtengan los representantes de los intereses de Euskadi. De este combinado de factores depende -y mucho- el futuro del autogobierno. Es obvio que una mayoría absoluta de cualquiera de los dos partidos que se disputan la presidencia supondría, como se ha demostrado durante tres décadas, una dificultad añadida al desarrollo pleno del Estatuto y a las ansias, ampliamente mayoritarias, de mayores cotas de autogobierno. De ahí que cobre especial importancia la declaración realizada ayer por Urkullu en el sentido de que, una vez encauzado el cumplimiento total del Estatuto durante esta legislatura que ya vislumbra su fin, se imponen nuevas metas y retos, entre los que está sin duda la consecución de un nuevo estatus político para Euskadi. Una cuestión que se deberá definir y concretar, pero que estará en el debate político más allá del bipartidismo que intentarán imponer una vez más socialistas y populares. Se abre, por tanto, un horizonte distinto, trascendental para Euskadi, en el que será necesario consolidar la paz abandonando los intereses partidistas y electorales para abrir definitivamente un nuevo ciclo político que lleve a una segunda transición y, en función de la demanda social, a un nuevo estatus político.