Un consejero deslenguado
El nuevo modelo de baremación del euskera en la OPE de Osakidetza y especialmente el razonamiento del mismo por Rafael Bengoa exigen la asunción inmediata de responsabilidades, también por la desconfianza generada en la sociedad
EL nuevo modelo de baremación de la Oferta Pública de Empleo (OPE) que el Departamento de Sanidad del Gobierno vasco convocará en otoño supone en fondo y forma una incomprensible e indefendible devaluación del euskera como factor relevante a la hora de obtener un empleo público y, en consecuencia, una peligrosa discriminación efectiva, a través de su minusvaloración, de una de las dos lenguas oficiales de la Comunidad Autónoma Vasca, especialmente al tratarse de aquella que más apoyo precisa debido a su carácter todavía minoritario. En cuanto al fondo de la cuestión, la rebaja del valor del euskera en las oposiciones de Osakidetza responde desgraciadamente a la desidia general mostrada por el Gobierno que preside Patxi López -empezando por él mismo- hacia nuestro idioma y más concretamente al desinterés, no exento de desdén, que en más de una ocasión ha hecho explícito el propio consejero de Sanidad, Rafael Bengoa, al referirse a la lengua vasca y su uso en la práctica de la medicina. Desidia y desdén que solo la legalidad vigente logra limitar en la actitud de los gobernantes socialistas. Pero si todo ello es grave, por cuanto evidencia un nítido contraste entre las prioridades y pretensiones del Ejecutivo y las de la sociedad que debería regir y que ha mostrado siempre su interés, deseo y apoyo al fomento del uso del euskera y especialmente desde las instituciones públicas, tanto o más lo son las formas empleadas por el máximo responsable de los servicios de sanidad vascos al tratar de justificar lo injustificable apelando a que, por un lado, se había ido "demasiado rápido en la euskaldunización" de Osakidetza y, por otro, a que el nuevo sistema de baremos "permitirá que no se vean afectadas las posibilidades que tenga la gente de toda España de concurrir a nuestros concursos". En primer lugar, porque esa simple consideración de que se ha ido "demasiado rápido" califica la actitud gubernamental, ya que ni puede ni debe considerarse nunca excesiva la velocidad con la que se emprenden medidas para la normalización de nuestra lengua. En segundo lugar, porque la curiosa discriminación positiva hacia candidatos "de toda España" supone, en pasiva, una discriminación negativa para todos aquellos candidatos vascos que, entre otras materias, se han capacitado para atender -sea como médico, celador, enfermera, ATS...- a la ciudadanía vasca en cualquiera de los dos idiomas que esta emplea y especialmente a quienes desempeñan esa labor en cualquiera de las 2.280 plazas del total de 2.600 de la OPE que se vienen cubriendo desde hace más de seis años de forma interina. Pero Bengoa no solo ha cometido un doble error que exige una inmediata asunción de responsabilidades. Ha reavivado también en la sociedad vasca la desconfianza generada en su día por otra oferta pública de empleo en Osakidetza que gestionaron en su día los socialistas.