EL paso atrás de Carme Chacón al renunciar públicamente a la disputa interna en el PSOE para elegir al sucesor de José Luis Rodríguez Zapatero parece desactivar la bomba -del latín bombus: ruido, zumbido- que, detonada por Patxi López, amenazaba con volar las ya muy dañadas estructuras del partido y el Gobierno socialistas. La renuncia de Chacón permite a Zapatero acudir al Comité Federal de este fin de semana en un escenario mucho más sencillo de manejar que la lucha fratricida entre su ministra de Defensa y su vicepresidente primero, ya que no es otra la pugna que se oculta (o se ocultaba) tras el dilema entre primarias y congreso que prendió López, y seguir manejando los tiempos de su propia sucesión mientras administra los siguientes recortes y reformas frente a la crisis y los pasos en torno al proceso del fin de la violencia en Euskadi, único ámbito de actuación que podría iniciar un cambio en la tendencia hacia una factible mayoría absoluta del PP. El traspaso de cinco nuevas competencias de entre las que se pactaron a cambio del apoyo del PNV a los presupuestos 2011 debe entenderse también en la misma clave y dentro de la estrategia con que Zapatero pretende asegurarse confianzas para consumir el mayor tiempo posible de legislatura y avanzar hacia los dos objetivos citados aunque sin obviar un tercero: el de alejar lo más posible a los socialistas de su reciente desastre electoral antes de afrontar unas nuevas elecciones. Pero la renuncia de Chacón tiene también efectos colaterales. En primer lugar, su estudiado sacrificio le otorga un bagaje de credibilidad interna para erigirse, si se da el caso, en la sucesora del sucesor y le evita el desgaste de la más que presumible derrota en las próximas generales. En segundo lugar, se gana el apoyo incondicional de Zapatero y al menos la no oposición frontal de buena parte de los apoyos de Rubalcaba si es que se puede asegurar algo respecto al futuro cuando este depende de Rubalcaba. Y en tercer lugar y por contraste da la verdadera medida de Patxi López, quien no dudó en ser la espoleta de la descomunal crisis interna que Chacón ayuda ahora a conjurar -"me retiro, han puesto en riesgo al Gobierno y al PSOE", dice- y sus consecuencias con tal de ocultar su precaria situación en Euskadi, donde su gobierno se desmorona ante la fuerte contestación social y la inoperancia y en su partido surgen tensiones y voces internas algo más que críticas respecto a su figura y su estrategia. La del presidente del PSE, Jesús Eguiguren, no es precisamente la menos relevante cuando considera en público que el Gobierno López debe cambiar su política "radicalmente" y el PSE buscar acuerdos con el PNV, lo que se antoja diametralmente opuesto a la forma en que su secretario general ha decidido afrontar -en realidad, no afrontar- la histórica debacle electoral consecuencia de su ambición y de su sociedad preferente con el PP.