con la seguridad de otra huelga general ya convocada en la CAV y la comunidad foral de Nafarroa por la mayoría sindical vasca para el próximo 27 de enero, van quedando menos dudas de que las centrales UGT y CC.OO. se van a ver obligadas a repetir la que ya protagonizaron con desigual incidencia el 29 de septiembre a nivel estatal. Paro este último que, al margen de su postrero éxito o no, es el que preocupa a los prebostes del PSOE porque son cuñas de la misma madera, empezando por el propio ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, y en consecuencia, con el enconamiento con esos sindicatos, se desangra todavía más el reseco caudal de apoyos a Rodríguez Zapatero a estas alturas de la crisis económica. Tras tres jornadas de conversaciones -supuestamente intensas- para acercar posturas sobre la reforma de las pensiones -y con la nueva regulación laboral y la negociación colectiva también sobre la mesa-, el Gobierno de Zapatero no recula en los elementos esenciales, empecinado, para empezar, en retrasar con carácter general la edad de jubilación a los 67 años, con lo que esos frustrados contactos clandestinos se antojan ya una mera pantomima de no concurrir un giro copernicano en las próximas horas. Que, de mantener la parte social sus postulados iniciales -que está por ver, sobre todo después de que el Ejecutivo haya otorgado a estos sindicatos una cuantiosa ayuda para planes de formación-, difícilmente puede mediar por mucho que el Ejecutivo permita jubilarse a los 65 años siempre que se hayan cotizado en torno a 40 años o que incluso lo puedan hacer antes quienes ejerzan profesiones penosas desde el punto de vista físico. Pues lo cierto es que los sindicatos bastante claudican ya cuando aceptan aumentar a 20 o 25 años el cómputo para calcular la pensión a percibir, ya que conlleva una sensible reducción de la cuantía, siempre que la delegación gubernamental asuma que el retraso de la edad de jubilación únicamente puede ser voluntaria y consignando incentivos suficientes. Ambos interlocutores parecen encontrarse en un callejón sin salida, abocados a otro enfrentamiento público que perjudica al Gobierno, en efecto, pero que también obliga a UGT y CC.OO. a desgastar a sus bases en la calle para intentar exhibir un músculo menor al de antaño, por la evidencia de que esta sociedad es mucho más individualista y por la pérdida de predicamento de los sindicatos entre la clase trabajadora. Con ello, Euskadi volvería a sufrir dos jornadas de huelga general en plena crisis a todas luces injustificadas. Más allá de estas cuitas de parte, lo cierto -e irremediable, según se encuentra ahora la negociación- es que se va a endurecer el acceso al subsidio de jubilación y que, de lograrlo, alcanzará para bastante menos.
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