eL pequeño Ibai Uriarte ya sonríe. Y con él, toda su familia, así como el equipo médico que le ha atendido en el Hospital de La Paz de Madrid, sus vecinos de Galdakao y, en general, toda Euskadi, que ha estado pendiente día a día de su evolución y se ha volcado en una nueva muestra de solidaridad que ha dado la medida de la entrega por una causa. La vida de Ibai y de sus allegados dio un vuelco espectacular hace poco más de un mes. Una revisión rutinaria del pediatra detectó lo que en principio parecía un tumor pero que al final resultaron ser los restos de un feto de lo que hubiera sido un gemelo de Ibai que no terminó de desarrollarse y que se instaló en su interior. Tras la operación, se detectó el drama: el pequeño de Galdakao necesitaba un transplante multiorgánico -al final afectó nada menos que a cinco órganos: hígado, estómago, duodeno, intestino delgado y páncreas- para poder sobrevivir. Y el milagro ocurrió. Un milagro que no tiene nada que ver con poderes extraordinarios e inexplicables o que escapan al conocimiento humano sino que se basa en dos cuestiones que dan la medida del progreso de la humanidad: la ciencia y la solidaridad. Y en este caso de forma ineludiblemente unida, ya que el éxito -aún provisional, pero éxito al fin y al cabo- del caso de Ibai dependía de que ambas caminasen de la mano. Porque, aunque por razones obvias se desconoce la identidad del donante que hizo posible el trasplante, fue sin duda la solidaridad sin límite de una familia rota por el dolor ante la muerte de un ser querido la que posibilitó que los órganos que necesitaba el pequeño Ibai pudieran devolverle a la vida. En este sentido, aunque Euskadi está entre las comunidades más concienciadas y con mayor número de donaciones, conviene volver a resaltar la importancia de este gesto solidario que, como se ha visto en este caso, es imprescindible para salvar vidas. Asimismo, la ciencia ha hecho su trabajo con una eficacia digna de mención. El trasplante de cinco órganos vitales en el cuerpo de un niño de cuatro años supone un éxito extraordinario y es un nuevo soplo de esperanza. Lástima que una operación de estas características no pueda aún llevarse a cabo en Euskadi, prueba inequívoca de que todavía nos queda mucho camino por recorrer en este terreno. Otra mención aparte merece la ola de solidaridad que despertó el caso de Ibai entre la ciudadanía. No había más que mirar en la página web deia.com para comprobar las centenares de muestras de cariño hacia el pequeño y su familia, así como las diversas actividades organizadas para recaudar fondos y los gestos especiales, como el protagonizado por el Athletic. DEIA fue ayer testigo directo de la nueva sonrisa de Ibai, de sus aún balbuceantes palabras, de sus innegables ganas de vivir, de la alegría de su familia. Una lección que se convierte en el mejor regalo y en un canto a la esperanza.