ES tal la ansiedad y de tal calibre el desconcierto que existen en el seno de la izquierda abertzale tradicional ante la ausencia del tan esperado comunicado de ETA que uno de sus portavoces tiene que salir, cansinamente ya, día tras día para recordarnos lo que ya sabemos: que siguen a la espera. Y en esta espiral machacona, consiguen al final, y sin saber muy bien ni cómo ni por qué, que todos sigamos esperando. Ayer fue el exdirigente de Batasuna Arnaldo Otegi quien salió a la palestra siguiendo el ritual. Lo hizo esta vez en un medio extranjero, The Wall Street Journal, diario norteamericano en el que están puestas muchas miradas ya que se rumorea que será el elegido por ETA para publicar su mensaje. No hay novedades en las palabras de Otegi. Muestra su convicción de que ETA está preparada para "abandonar la violencia y perseguir una estrategia pacífica para crear un Estado vasco independiente" y asegura que la izquierda abertzale está dispuesta a ofrecer "tantas garantías como sean necesarias" para demostrar que su postura es "firme e irreversible". Y, dentro de esta vorágine, retroalimenta este estado permanente de especulación en el que están forzando a entrar a la sociedad vasca al pronosticar que "próximos acontecimientos" llevarán aún más presión al Gobierno español para que abandone su postura inmovilista. Este nuevo episodio, protagonizado ahora por Otegi, no es sino una pieza más del puzzle que forma la estrategia de la izquierda abertzale para ganar tiempo mientras se produce su anhelado gran acontecimiento, que es que ETA anuncie su respaldo a la estrategia política y declare un alto el fuego permanente y verificable. Ganar tiempo y seguir acaparando espacio en los medios de comunicación con el objetivo de elevar la tensión política y ejercer más presión en favor de sus intereses, enredando a la ciudadanía vasca en una escalada que nadie sabe si tendrá un fin cercano. Pero tanto ETA como la izquierda abertzale deben saber ya a estas alturas que el comunicado, con serlo, no es ni mucho menos lo más importante. El propio Otegi dice en la entrevista en The Wall Street Journal que le parecería "lógico" que el Gobierno español "pidiese garantías para preservar la seguridad de sus ciudadanos". Nada dice de los ciudadanos vascos, que también exigen garantías de que las palabras van a estar esta vez acompañadas de hechos reales. Porque ahí radica el déficit de credibilidad tanto de la organización armada como de la política. Lo que importa no es tanto si ETA nos habla o no, o hasta dónde llega. Lo que demanda la sociedad es que Otegi y los suyos, más que hablar, hagan, por fin, lo que tienen que hacer. El propio ministro español de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, respondía a Otegi que "si ETA está preparada para dejarlo, que lo deje y ya está". En efecto, es así de simple. O si no, que Otegi y los suyos dejen a ETA. No ganen más tiempo haciéndonoslo perder a todos.