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Independencia, a debate en la UE

EL pasado 17 de noviembre se celebró una conferencia en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas, bajo el titulo La independencia en Europa- Igualdad para las naciones en el siglo XXI. En la misma, representantes de diferentes formaciones europeas, como son el SNP, el partido que gobierna Escocia; el N-VA, el partido ganador de las elecciones federales celebradas el pasado junio en Bélgica; ERC, miembro del tripartido que gobierna en Cataluña; junto con otras formaciones soberanistas, apostaron por la independencia no ya como objetivo sino como el mejor instrumento para el porvenir de su ciudadanía. Para ello, se profundizó en las ventajas culturales, sociales y económicas que produciría la emancipación de las naciones sin Estado europeas.

Esta conferencia, como tantas otras, hay que contextualizarla en un momento en el que se está planteando la necesidad de desarrollar un análisis de fondo sobre las oportunidades y riesgos de la vía independentista, ya sea desde un punto de vista político como académico. En esta línea de trabajo, durante las jornadas se presentaron interesantes estudios sobre la permanente duda de si pequeños Estados emancipados serían viables económicamente: Del análisis presentado por un profesor de Harvard, Adam Price, titulado The Stability and Breakup of Nations: A Quantitative Analysis, se desprende que el pequeño tamaño de un país favorece, en el seno de la Unión, su desarrollo y progreso y le permite afrontar con agilidad y flexibilidad los retos económicos de la crisis. Entre las conclusiones más interesantes expuestas estuvo que consideraba que uno de los factores decisivos de desarrollo y progreso de los pueblos se halla en su capacidad de tomar decisiones propias.

Otro foco de interés fue la inmigración y su integración en las naciones sin Estado. Estas deben ser vistas como una riqueza y no como gastarbeiters o trabajadores invitados, ya que, independientemente de dónde procedan, la gran mayoría viene para quedarse y lo que se debe hacer es facilitar su participación en la sociedad haciéndoles sentirse parte de la comunidad. Factores como programas especiales en sistemas educativos para menores, el favorecer el aprendizaje del idioma y la cultura local, así como la eliminación de guetos, son factores que ayudan a la integración.

En otro ámbito, se ha investigado sobre las repercusiones legales que podría tener la emancipación de una nación en el seno de la UE, que al no estar contemplado en la normativa ni haber tenido ningún precedente en ocasiones, ha sido usado por los detractores y los adalides del etnocentrismo estatal como amenaza para la salida directa de la UE y la renegociación ex novo, supuesto rebatido por el estudio publicado por varios profesores universitarios catalanes, con el nombre La ampliación interna de la UE, según el cual los nuevos Estados podrían seguir siendo parte de la Unión, considerándolo como un supuesto de ampliación interna de la UE. Para ello, parten de la regulación aplicable al caso de disolución o sucesión de Estados, regulado en la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados.

¿Y qué dice la UE del embrollo? Cada vez que se cuestiona a las instituciones de la UE sobre la posibilidad de acceso a la independencia de naciones sin Estado en el seno de la UE, estas desvían la decisión a los Estados como los únicos competentes sobre el asunto. ¿Pero es ajena esta cuestión a la UE? Por un lado, la realidad nos muestra que a nivel interno, seis de sus Estados miembros hace apenas unos años que han tenido la suerte histórica de erigirse en Estados independientes, así como dos de sus cuatro candidatos oficiales a incorporarse en la UE. Qué decir de Alemania, que hace dos décadas se reunificó por medio de un proceso de autodeterminación que supuso la unión de dos Estados en uno. No hay que olvidar que más de la mitad de los Estados que hoy conocemos en Europa, consiguieron su independencia en el siglo XX.

Debemos también subrayar las constantes resoluciones en pro de la autodeterminación aprobadas en la Eurocámara, tanto en procesos de descolonización, como Timor Oriental, Sahara Occidental o en otros, ajenos al caso colonial, como Chechenia. En la resolución de este último caso destacaba que, "uno de los principios de la UE es el reconocimiento del derecho de los pueblos a su autodeterminación". Más recientemente, en el caso de Montenegro (proceso de autodeterminación supervisado por la UE) la Unión Europea fija unas condiciones precisas, como la de realizar un referéndum que contase con una pregunta clara, exigir una mayoría inequívoca, así como en su caso, realizar un proceso de independencia pactado. En la misma línea, este mismo año hemos visto el acontecimiento del Estado europeo de Kosovo, cuya declaración de independencia unilateral ha sido reconocida en cuanto a su legalidad internacional este mes de julio por la Corte Internacional de Justicia y ha contado con el reconocimiento de 22 de los 27 Estados miembros, así como de una resolución del Parlamento Europeo aprobada por 455 diputados contra 155 y 28 abstenciones.

Estos ejemplos nos muestran que la Unión no solo no es ajena a la autodeterminación de los pueblos, sino que tiene unas posturas repetidas y proclives a que sean los pueblos los que decidan su futuro de manera democrática.

De igual forma, estos últimos años, destacan hechos como el referéndum de Groenlandia, cortando nexos con Dinamarca; el referéndum previsto en Escocia; las consultas que se están llevando a cabo en Cataluña o el proceso de "evolución natural" por medio del que la primera fuerza de Bélgica propone que Flandes se convierta en un Estado más de la UE. Todos ellos son algunos de los ejemplos de la realidad que se viven en los Estados-miembros de la UE respecto a la cuestión.

La pregunta clave es ¿qué actitud tendrían los países ante un hecho de secesión clara? En un reciente encuentro de Aralar con un destacado representante británico, a la pregunta de cómo actuaría el Reino Unido en caso de victoria en un referéndum a favor de la independencia escocesa, nos aseguró que, sin ninguna duda, respetarían la decisión del pueblo escocés. Si bien esta respuesta es la lógica que se espera de un Estado moderno y democrático; de otras regiones del sur de Europa difícilmente se espera uno una respuesta en los mismos términos.

Esta cuestión no podía ser ajena a los medios de comunicación y aunque es cierto que la mayoría optan por lecturas parciales de la problemática deben destacarse documentales o reportajes como el interesante Adéu Espanya?, televisado por TV3, o El plan B, un escenario para la escisión de Bélgica, recientemente emitido en la televisión flamenca VRT. Documentos gráficos que abordan sin tapujos la hipótesis de la secesión con sus pros y sus contras. ¿Es posible imaginar a día de hoy que un documental de este tipo sea emitido en ETB?

En definitiva, el debate de la independencia en Europa tiene plena actualidad. La mayoría de partidos soberanistas europeos, cada cual desde la particularidad de cada comunidad nacional y la diferencia de los procesos, adivinan unos mínimos comunes a todos ellos como son: la voluntad de que sus naciones se conviertan en Estados integrantes de la Unión Europea, la necesidad de acceder a la independencia por medio de un proceso democrático y exclusivamente político en ausencia de todo tipo de violencia, así como reclamar unas sociedades abiertas compuestas por gente diversa que tiene un interés común: vivir mejor formando una comunidad al mismo nivel de igualdad que el resto de comunidades nacionales europeas.

Desde Aralar, como expusimos en Bruselas y lo hacemos en todos los foros, compartimos esta visión y creemos, sinceramente, que la independencia es la mejor solución para los retos que esta nación europea llamada Euskal Herria tiene de cara al futuro. En ese camino estamos seguros de que no faltarán vías de desarrollo compartido y complicidades en la Unión Europea.