El dominó de la crisis pública
La UE trata de cortar el contagio de la debacle económica, que haría peligrar al propio euro, con el capital más escaso de sus arcas, el de la confianza en una reforma estructural que no pasa, como en mayo, por trasladar el problema a los ciudadanos
EL comisario europeo de la Competencia y exministro socialista, Joaquín Almunia, ha tenido que salir al paso de las informaciones que le atribuían dudas respecto a la solidez económica del Estado español para situar la desconfianza "en los mercados"; el presidente de la Comisión Europea y exprimer ministro portugués, José Manuel Durao Barroso, declara "completamente falsa" la información surgida desde Alemania sobre un programa de ayuda para Portugal; y el portavoz del comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, cuestiona sin negarlos los rumores sobre los dos Estados ibéricos al afirmar que "no sé de dónde vienen". La Unión Europea, que este mismo fin de semana acordará el rescate de Irlanda por 85.000 millones de euros a añadir a los 110.000 millones de la ayuda de Grecia, trata de cortar el dominó de descalabros económicos de los Estados miembros con el capital más escaso de sus propias arcas, el de la confianza, ante el escepticismo de los inversores (quienes compran la deuda a un interés cada vez más alto) sobre la capacidad de numerosos países -hay que añadir al menos a Italia y Bélgica- para cumplir con las obligaciones derivadas de ese déficit público, que en el caso del Estado español supera ya los 195.000 millones de euros. Es la pescadilla que se muerde la cola y la UE, es decir, el eje franco-alemán; no acaba de decir nada que no hubiese dicho ya en los casos de Grecia e Irlanda con la misma ausencia de certidumbre y ahora acuciada además por la necesidad: la concatenación de los rescates de Portugal y, sobre todo, y por volumen, de España; pondrían en peligro al sistema euro y, en consecuencia, a toda la Unión Europea en un desastre económico, y también político, de proporciones incalculables. Además, José Luis Rodríguez Zapatero y su homólogo luso, José Sócrates, pueden descartar "absolutamente" que sus respectivos países necesiten o vayan a necesitar acogerse a un mecanismo de rescate como el impuesto a Grecia o Irlanda; pero eso mismo hacía el taoiseachBrian Cowen apenas horas antes de verse obligado a aceptarlo. El problema de ambos, y el de la misma Unión Europea, es que no dependen siquiera de la realidad -cruda o no- de su situación y gestión -patética en el caso español- económicas, sino de la percepción que de ellas se tenga en ese intangible incontrolable al que el propio Almunia señala: los mercados. Y en estos se entremezclan intereses muy diversos que incluyen desde los propios de la UE por forzar una fiscalidad uniforme y una gobernanza económica única, hasta los enfrentados a los propios de Europa y que emanan en su mayoría de EE.UU. y China. Pero, en cualquier caso, el único modo de evitar que la debacle alcance al Estado español -o al menos de intentarlo- es afrontar ya la reforma estructural de la economía que quedó pendiente en los recortes con que en mayo se trasladó la crisis pública del Estado al ámbito privado de sus ciudadanos.