LO que analistas, responsables políticos y economistas incluso del ámbito internacional han calificado como notorias diferencias entre la economía vasca y la economía del Estado español, no circunscritas a parámetros de la actualidad como los considerablemente inferiores niveles del déficit y de la tasa de paro, sino asentadas como éstos históricamente, tanto en el ámbito de lo público como en el de lo privado, en sus distintos modelos de gestión, sus diferentes esfuerzos y objetivos de inversión y una dispar productividad; parecen encaminar a la empresa vasca a una paulatina pero incesante diversificación en su búsqueda de mercados y negocio más allá de los ahora acentuados límites económicos que ofrece el Estado. Esto no significa, ni mucho menos, que la empresa vasca obvie las posibilidades -y ciertas ventajas- de su mercado físicamente más próximo, pero sí supone que, ante los inconvenientes e incertidumbres que la crisis genera en el mismo, haya empezado a desarrollar una capacidad de internacionalización de la que ya con anterioridad había dado algo más que muestras en determinados casos. No sólo se trata de ejemplos harto conocidos, como los de las nuevas inversiones de Iberdrola o Gamesa en Escocia y China, por citar a las más recientes, sino de una corriente cada vez más generalizada que se refleja especialmente en el aumento del 20,9% de las exportaciones fuera del ámbito estatal en el primer semestre del año respecto al mismo periodo de 2009, con la característica añadida de que no sólo han crecido en dirección a mercados ya tradicionalmente importantes como Francia y Alemania, sino que lo han hecho, en mayor o menor medida, a toda la Unión Europea, desde los tres territorios de la CAPV y de forma significativa en dos de los tres sectores, el de material de transporte y el de metal y manufactura, que no sólo aportan el mayor peso arancelario sino también buena parte del tejido industrial vasco. Esto no significa que Euskadi haya abandonado la crisis, como de modo extemporáneo ha dicho quien debería ejercer la responsabilidad y prudencia que se suponen al principal responsable económico del Gobierno vasco, por cuanto estos datos -que deben ser cotejados junto con el aumento del 24% de las importaciones- sufrirán también las consecuencias coyunturales del segundo semestre; pero sí que la empresa vasca, al menos en algunos de sus sectores más relevantes, ha optado por una suerte de europeización privada que gradualmente traslada el eje de sus objetivos en busca de esa salida que no termina de vislumbrar en el horizonte de una economía estatal paralizada tanto por sus carencias estructurales como por la incapacidad del Gobierno español, que también se traslada a Euskadi, para poner en marcha políticas capaces de reactivarla.
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