Documentos y deseos compartidos
El mantenimiento de la lucha armada y la búsqueda de acciones "lo más duras posibles" que ETA preconizaba en un documento interno escrito hace un año contrastan con el rumor de que la banda terrorista declarará un alto el fuego
eTA ha vuelto al centro de la actualidad empujada por la publicación en DEIA de un documento interno fechado en agosto de 2009 y por los rumores que indican un pronunciamiento de alto el fuego cercano en el tiempo -más táctico que vocacional-. Afortunadamente, no lo ha hecho por el motivo más habitual de su historia: la violencia. La organización terrorista lleva más de un año sin cometer acciones premeditadas. Su último atentado mortal fue el asesinato de dos guardias civiles en Mallorca el 30 de julio del pasado año -sin olvidar al gendarme de París-. Desde entonces, el grupo armado ha aparecido en contadas ocasiones a través de comunicados, cartas de extorsión o detenciones de sus miembros, pero sin el ruido de sus armas. Saber cuáles son sus intenciones para el futuro resulta una incógnita. Los documentos que publica este periódico en los últimos días no sirven para desvelar ese misterio, pero sí para situar con soporte documental qué pensaba ETA hace un año. Las reflexiones de los dirigentes de la banda no abogaban entonces, precisamente, por un futuro en paz. El argumentario de ETA pasaba en agosto de 2009 por mantener la lucha armada y fortalecer la kale borroka. La apuesta de la organización incluía acciones que fueran "lo más duras posibles (las de muertos)" y que buscaran "imágenes internacionales (grandes sabotajes)". El grupo terrorista no aceptaba la declaración de una tregua como inicio de un proceso y, entre otras cosas, tampoco estaba dispuesto a pedir perdón a las víctimas (sólo haría un reconocimiento de las víctimas civiles derivadas de su lucha). Es posible que la organización, acostumbrada históricamente a plasmar todo negro sobre blanco, haya elaborado documentos posteriores. Y que esos hipotéticos escritos hayan servido para que algunos actores políticos, también desde Madrid, hayan insuflado ese clima de moderado optimismo que impregna el último año. Todo eso es posible, pero no está documentado. La última referencia sobre los planes de ETA es el texto sacado a la luz por este medio. Aunque todo es interpretable y opinable, resulta evidente que la reflexión de la organización no iba -al menos entonces- por donde la mayoría de la sociedad vasca espera. Sí discurre por ese carril el documento que impulsan la autodenominada izquierda aber-tzale y Eusko Alkartasuna. El compromiso con las vías exclusivamente políticas y la necesidad de un alto el fuego verificable por parte de ETA forman los pilares de la reflexión del polo soberanista. La duda estriba en si la misma organización que pensaba y escribía hace un año en unos términos pasará doce meses después a otros radicalmente opuestos. Esa duda sólo puede resolverla una ETA que continúa callada y manejando sus tiempos ajena -parece- a la presión externa.