SIETE años y cuatro meses después de que el entonces presidente de EE.UU., George Bush, diera por finalizadas, desde la cubierta del portaaviones Abraham Lincoln, las operaciones bélicas en Irak el 1 de mayo de 2003, la última brigada de combate del ejército estadounidense, la Cuarta Striker de la Segunda División de Infantería, ha empezado a cruzar la frontera con Kuwait en lo que el actual inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama, definía ayer mismo y de nuevo como el inicio del "fin de nuestra misión de combate", que deberá certificarse el próximo día 31 con la salida del último de los 96.000 soldados estadounidenses en abandonar el país desde que Obama asumiera la presidencia. Pero ni entonces ni ahora la guerra de Irak -aquella ilegal y basada en mentiras que EE.UU. inició el 20 de marzo de 2003 como continuación de la operación Libertad Duradera a raíz de los ataques del 11-S- ha terminado. De hecho, ni Bush hace siete años ni Obama ayer se atrevieron a decirlo así. No sólo porque en setiembre en Irak aún quedarán cincuenta mil soldados estadounidenses en teóricas labores de formación y asesoramiento del ejército iraquí, ni siquiera porque como demuestran los sangrientos atentados de los últimos días la resistencia violenta a su presencia y al contestado gobierno de Nuri al-Maliki se mantiene, sino porque la ocupación efectiva de Irak seguirá, como afirmaba ayer el portavoz del Departamento de Estado, P.J. Crowley, "a largo plazo". Los intereses económicos y energéticos de Estados Unidos, en el origen real de un durísimo conflicto bélico que ha causado más de cien mil víctimas civiles directas, forman parte también ahora de la esencia del "compromiso" con los iraquíes al que aludía Crowley y del que se beneficiarán miles de empresas de EE.UU. a través de los contratos con el Gobierno, incluyendo entre ellas las más potentes firmas dedicadas a la seguridad, cuya presencia en Irak se triplicará en los próximos meses. Si a ello se añade la inestabilidad que el ejército estadounidense dejará a sus espaldas y la incapacidad política para formar un nuevo gobierno desde los comicios del pasado 7 de marzo por la falta de consenso entre las distintas coaliciones, a las que ayer mismo el presidente Yalal Talabani instó a "evitar un aumento de la tensión en el país", así como las más que serias dudas sobre la capacidad de las nuevas Fuerzas Armadas iraquíes para mantener el orden, sólo cabe concluir que la guerra está inacabada y que lo único duradero de aquella enorme operación bélica que inició Bush y que Obama sigue teniendo pendiente diecinueve meses después de asumir el poder es la guerra en sí. Además del enorme daño causado por su inicio y desarrollo a la imagen y la credibilidad internacional de Estados Unidos, daño que Obama, como sucede con la propia guerra, no logra reparar con el inicio de una retirada que, en todo caso, es parcial.
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