dos jóvenes bomberos miembros de las cuadrillas de extinción de incendios de la Xunta de Galicia muertos y 100 hectáreas de monte bajo y arbolado calcinados es el balance trágico de un incendio provocado "con nocturnidad y alevosía" en la noche del pasado jueves en Pontevedra, según aseguró ayer el presidente del Gobierno autónomo, Alberto Núñez Feijoó. Pocas horas antes, otro incendio, esta vez al parecer no intencionado pero provocado por la imprudencia, calcinó 350 hectáreas de monte en Nafarroa, entre Falces y Peralta. Cinco personas fueron detenidas por este suceso y puestas a disposición judicial, para las que la juez decretó ayer su libertad, aunque aún se debe determinar su responsabilidad en los hechos. Los incendios forestales son un problema recurrente sobre todo en periodo estival, donde el fuego causa estragos en miles de hectáreas y en muchas ocasiones, como ha ocurrido ahora en Galicia, se cobra la vida de personas cuyo único delito es precisamente trabajar para evitar males mayores cuando las llamas ya son inevitables. De hecho, en lo que va de año son ya nueve las personas que han fallecido en el Estado español a consecuencia de algún incendio forestal. Mala fe y negligencia se mezclan o se superponen demasiado a menudo para causar desgracias. Pero, al fin y al cabo, son las dos caras de la misma moneda. Nadie sensato puede entender que haya personas -salvo que existan motivaciones económicas, no siempre descartables- capaces de provocar un incendio que, además de quemar un patrimonio de todos, pone en riesgo la vida y los bienes de miles de personas. Pero tampoco es explicable que hoy en día alguien pueda encender un fuego sin controlar en pleno monte -aunque no tenga intención de causar daño- con el evidente riesgo de incendio, como acaba de ocurrir en Falces. Estos días asistimos también a gravísimos incendios en lugares tan diversos como Moscú o Portugal, donde ayer mismo seguían activos 23 fuegos, trece de ellos de grandes dimensiones y que están reduciendo literalmente a cenizas grandes extensiones de parques y montes. Así las cosas, son tan perseguibles quienes provocan el fuego por acción directa y con intencionalidad "criminal", como aseguró ayer el conselleiro gallego de Medio Ambiente, como quienes lo hacen por pura imprudencia. Pero también las autoridades (ayuntamientos y gobiernos autonómicos incluidos) deben actuar con la debida responsabilidad en la prevención de este tipo de hechos. Sobre todo, manteniendo los montes limpios de maleza y masa forestal para evitar en lo posible la propagación del fuego. De hecho, tras la ola de incendios que asoló Galicia en 2006, una ley obliga a realizar estos trabajos, pero a menudo no se cumple. Aunque en Euskadi el impacto suele ser menor, nunca hay que bajar la guardia ante un peligro real que nos atañe a todos.
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