Investigación y fin del bloqueo
Israel ha rechazado la propuesta de la ONU de una investigación internacional y no parece dispuesta a ceder en el ilegal cerco que mantiene sobre Gaza, pero ambas deben ser condiciones irrenunciables para las relaciones con el Estado hebreo
cUANDO se cumple una semana del ilegal, brutal y sangriento asalto por parte del Ejército israelí a la denominada Flotilla de la Libertad que intentaba llevar ayuda humanitaria a Gaza, los ecos de la actuación del Estado hebreo y sus consecuencias aún no se han acallado. Es más, amenazan con permanecer, una vez más, de forma larvada aumentando la tensión en la zona justo en un momento que se podía ver una luz al final del túnel con la implicación de Estados Unidos en un diálogo entre las partes que pudiera vislumbrar la ansiada paz. Por contra, el -a juicio de muchos analistas- calculado ataque del Ejército israelí en aguas internacionales con el resultado de al menos nueve activistas turcos muertos puede haber dado al traste con cualquier plan de paz por mucho tiempo. Sería un triunfo de los radicalismos que buscan la guerra y la destrucción del contrario frente al diálogo y el acuerdo entre las partes y no sería descabellado pensar que las respuestas que está llevando a cabo Israel tanto ante la flotilla como ante la comunidad internacional estén siendo pensadas, medidas y desarrolladas precisamente en esa clave belicista por los enemigos de la paz. Ayer mismo, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se permitió rechazar la propuesta realizada por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de realizar una investigación multinacional sobre lo ocurrido en el asalto al buque Mavi Marmara. Lo que sería un buen punto de partida para esclarecer los hechos y, si fuera cierta la versión israelí, una oportunidad para demostrar al mundo que su Ejército actuó conforme a derecho y con proporcionalidad -las autopsias revelan disparos a bocajarro y por la espalda-, ha sido rechazado para asombro de cualquiera que defienda los derechos humanos y la legalidad y para escarnio y menoscabo de una ONU incapaz y ir más allá de una mera condena simbólica y -a la vista está- de imponer autoridad alguna. Con todo, la actuación de Israel contra la Flotilla de la Libertad ha tenido la virtualidad de poner ante el espejo internacional el drama humanitario que soportan los habitantes de Gaza, sometidos a un bloqueo "ilegal" e "insostenible", por utilizar términos literales pronunciados en las últimas horas por la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, y el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Mike Hammer, país clave en todo este asunto y que parece querer implicarse por fin en la resolución de este injusto y largo conflicto. Sobre todo, porque Israel empieza a ser percibido como una carga para la Casa Blanca. Ya lo es para la ONU y para la mayoría de estados. El fin del bloqueo a Gaza y la investigación real sobre lo ocurrido deben ser irrenunciables para la comunidad internacional en sus futuras relaciones de todo tipo con Israel.