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Una fría propuesta de fusión

El presidente de Caja Vital, el socialista Gregorio Rojo, propone ahora una insustancial "fusión virtual" de las cajas vascas para soslayar el veto político que él mismo ejerció para abortar la integración real en ocasiones anteriores

EL presidente de Caja Vital, el socialista Gregorio Rojo, viene repitiendo periódicamente, pero siempre con insistencia, en la necesidad de que las cajas vascas aborden de nuevo la fusión entre ellas como medio de atajar la crisis económica con mayores garantías y recursos. Lo hizo ya en septiembre pasado durante una conferencia, lo reiteró de forma más explícita en enero por medio de un artículo publicado en la prensa y lo ha vuelto a hacer otra vez en un escrito, en esta ocasión enviado sólo a un medio de comunicación, para apostar por una fusión virtual. Es decir, un intento de soslayar el veto político que, ejercido por su propio partido (el PSE) y el PP, ha dado al traste con una fusión real de las cajas vascas en ocasiones anteriores. La tesis de Rojo es que mediante esta fusión fría se avanzaría sin los palos en las ruedas que antes pusieron algunos partidos políticos por intereses puramente electorales, en una unión posterior con todas las consecuencias. Lo que propone esta vez el presidente de Caja Vital sería una unión mediante un Sistema Institucional de Protección (SIP) que permita a las cajas "mantener su naturaleza jurídica, sus órganos de gobierno, sus sedes sociales, su red de oficinas, sus marcas comerciales y sus respectivas obras sociales". Es, en efecto, lo que popularmente se conoce como fusión fría, sistema que están utilizando muchas cajas españolas para afrontar la crisis sin abordar fusiones o integraciones (o directamente absorciones) reales. Sorprende, en primer lugar, que Gregorio Rojo lance su propuesta -novedosa en cuanto que en Euskadi no se había planteado de esta manera- a través de un medio de comunicación. Si cree realmente en su iniciativa y está convencido de que es el mejor método de integración, lo que debería hacer es planteárselo directamente a los presidentes de BBK y Kutxa, estudiarlo, debatirlo y tomar una decisión. Si fuera positiva -que no es el caso-, sería el momento de trasladarlo a la opinión pública. Pero esta especie de globo sonda no tiene ni sentido ni valor. No se trata de sortear vetos políticos. Sencillamente, no tenía que haberlos habido -y él lo sabe, porque fue quien, a la postre, tomó la decisión de abortar la fusión de las tres cajas- ni debe haberlos ni ahora ni en el futuro. Socialistas y populares evitaron en su momento la fusión por interés partidista, a la espera de que su futuro pacto les proporcionara la Lehendakaritza. Una vez logrado el objetivo, Rojo se presta a hacer de vocero -y aquí interviene de forma inevitable también su propio interés personal- para airear el interés por una fusión, aunque sea fría. Pero la difícil coyuntura económica no parece ser el marco adecuado ni para la fusión (ya lo han dicho por activa y por pasiva la BBK y la Kutxa) ni para experimentos más o menos virtuales.