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El desafío de reinventar Europa

Cuando se cumplen 50 años de la creación del embrión de la Unión Europea, el viejo continente se enfrenta a uno de sus mayores y más duros desafíos en medio de una crisis financiera global que ha hecho tambalear sus estructuras

FUE un 9 de mayo cuando un político francés de origen germano-luxemburgués llamado Robert Schuman, con el que el lehendakari José Antonio Aguirre mantendría una estrecha colaboración, dio a conocer al mundo la necesidad de crear una entidad supranacional franco-alemana para aprovechar el carbón y el acero, que una vez en funcionamiento, se ampliaría a otros países europeos para formar un espacio de libre circulación de personas, mercancías y capital que generaría una nueva realidad política que ahuyentaría la posibilidad de una nueva guerra. Cincuenta años después, Europa se encuentra en una de las encrucijadas más delicadas de su historia, ante la que sus organismos políticos tratan de dar una respuesta con la dificultad añadida de lo que supone la toma de decisiones en una entidad que ya abarca 27 estados. El informe de los sabios a los que se les encargó la tarea de establecer los pilares de una reformulación europea, a buen seguro no calcularían que sus resultados coincidirían con una de las etapas más convulsas que está poniendo a prueba la capacidad de la UE de dar respuesta a retos económicos y financieros en un entorno globalizado. El hecho de que se haya tenido que financiar con créditos multimillonarios una salida para que todo un país como Grecia no se hundiera y no arrastrara al resto de los socios al fondo del precipicio, ha puesto en evidencia la grandeza de una unión que ha sabido activar mecanismos previstos para situaciones límite, pero también su debilidad, acechada por mercados emergentes como el asiático, y por operaciones financieras que no conocen fronteras. Y aunque los gobiernos europeos consideren de máxima urgencia activar medidas para controlar las operaciones especulativas, esa tarea tiene ya dimensión mundial, con la duda de que puedan ser controles que hábilmente se podrán sortear, como ha ocurrido hasta ahora. Mientras, Europa se juega su propio futuro ante decisiones sobre el sostenimiento de su nivel de bienestar, los retos energéticos -el grupo de expertos propone apostar por la energía nuclear-, la necesidad de trabajar más para ser competitivos ante EE.UU. y Asia, y la eterna cuestión de Turquía. Lo que parece que la crisis ha conseguido aparcar en este análisis sobre los retos de futuro ha sido la respuesta que debería dar Europa a la creciente demanda de los pueblos y naciones sin Estado que la forman. En este sentido, Euskadi siempre ha mostrado su vocación europea y europeísta. Estuvo en los cimientos de la unión y mantiene ahora la apuesta por una alianza que debe ir mucho más allá del aspecto puramente económico. El reto de lograr el reconocimiento pleno de su personalidad y de tener voz propia en Europa, así como formar parte de una eurorregión líder, son los grandes desafíos de los vascos en el siglo XXI.